jueves, 14 de junio de 2012

El maestro: el genio y la lámpara


EL MAESTRO: EL GENIO Y LA LÁMPARA

La luz, calor y fuerza al tiempo, debe ser debidamente dosificada para que logre cumplir su función como elemento acogedor, que permite vislumbrar sin llegar a enceguecer. Por lo mismo, el maestro, enhiesto siempre como el guía incansable que va delante de nosotros para iluminar el posible camino, debe comprender pronto que su mano ha sido designada para sugerir e indicar, pero nunca para sentenciar, ni menos empujar.
En la actualidad, la figura del maestro, dotada ya no de una autoridad derivada  de un ejercicio autocrático de su profesión, sino de un reconocimiento generado a partir del respeto que inspira el ejercicio democrático de interrelación con sus alumnos, que por lo mismo se sienten comprendidos en la cercanía de la paridad, debe convertirse diariamente en una suerte de cartografía del mundo para ellos; es decir, que por medio de las múltiples y llamativas herramientas con las que hoy cuenta gracias a los avances tecnológicos, además de los legados por la gran carga imaginativa que se requiere para ser docente, les permita comprender lo más ampliamente posible la forma como está configurado su universo, tanto el externo como el interno, para así propender que ellos se lancen a búsquedas propias, que distingan con acierto sus posibles puntos de llegada y de acuerdo a ellos, tracen nuevas rutas, mediante el recorrido de las cuales, logren gestar cambios que les ayuden al reconocimiento de sí mismo y sus capacidades, y también de su lugar dentro de su cultura y sociedad.
Añadido a esto, el maestro no debe olvidar nunca que la educación, al ser un proceso constante, una cadena continua de saberes y personas que se sirven de ellos, también requiere una incesante renovación; por lo cual, él mismo deberá mudarse en ilusionista, mago o genio, según la ocasión y el contexto lo ameriten, y valiéndose entonces del factor sorpresa para conseguir su cometido, convertirá el aula en un espacio para el juego, un juego tan bonito como serio en el que todos los jugadores, él incluido, tomarán parte gustosamente, y del que como recompensa, además del conocimiento, recibirán el valor y el amor necesarios para no temer nunca a la grandiosa posibilidad de dar, y de cómo lo hace el verdadero maestro, de darse.

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