EL
MAESTRO: EL GENIO Y LA LÁMPARA
La
luz, calor y fuerza al tiempo, debe ser debidamente dosificada para que logre
cumplir su función como elemento acogedor, que permite vislumbrar sin llegar a
enceguecer. Por lo mismo, el maestro, enhiesto siempre como el guía incansable
que va delante de nosotros para iluminar el posible camino, debe comprender
pronto que su mano ha sido designada para sugerir e indicar, pero nunca para
sentenciar, ni menos empujar.
En
la actualidad, la figura del maestro, dotada ya no de una autoridad
derivada de un ejercicio autocrático de
su profesión, sino de un reconocimiento generado a partir del respeto que
inspira el ejercicio democrático de interrelación con sus alumnos, que por lo
mismo se sienten comprendidos en la cercanía de la paridad, debe convertirse
diariamente en una suerte de cartografía del mundo para ellos; es decir, que
por medio de las múltiples y llamativas herramientas con las que hoy cuenta
gracias a los avances tecnológicos, además de los legados por la gran carga
imaginativa que se requiere para ser docente, les permita comprender lo más
ampliamente posible la forma como está configurado su universo, tanto el
externo como el interno, para así propender que ellos se lancen a búsquedas
propias, que distingan con acierto sus posibles puntos de llegada y de acuerdo
a ellos, tracen nuevas rutas, mediante el recorrido de las cuales, logren
gestar cambios que les ayuden al reconocimiento de sí mismo y sus capacidades,
y también de su lugar dentro de su cultura y sociedad.
Añadido
a esto, el maestro no debe olvidar nunca que la educación, al ser un proceso
constante, una cadena continua de saberes y personas que se sirven de ellos,
también requiere una incesante renovación; por lo cual, él mismo deberá mudarse
en ilusionista, mago o genio, según la ocasión y el contexto lo ameriten, y
valiéndose entonces del factor sorpresa para conseguir su cometido, convertirá
el aula en un espacio para el juego, un juego tan bonito como serio en el que
todos los jugadores, él incluido, tomarán parte gustosamente, y del que como
recompensa, además del conocimiento, recibirán el valor y el amor necesarios
para no temer nunca a la grandiosa posibilidad de dar, y de cómo lo hace el
verdadero maestro, de darse.
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