viernes, 9 de octubre de 2015

Extracción de la prenda de la locura

EXTRACCIÓN DE LA PRENDA DE LA LOCURA
(Teatro del absurdo)
(Yeni Zulena Millan Velasquez)

Personajes

Mefistófeles, clérigo recién llegado de la India, que viene a predicar una nueva orden religiosa; muy dado a la bebida y a costumbres licenciosas.
Sor Teresita, religiosa joven, curiosa e ingenuamente sensual.
Don Cástulo, hombre maduro, cristiano, con un matrimonio poco feliz y poseedor de una considerable riqueza.
Rasputín, doctor, alquimista y mago ocasional, de notable avaricia, que receta la vida libertina como remedio contra muchos males.



ESCENA I
(De madrugada, Sor Teresita se encuentra durmiendo en el suelo, de espaldas al público. Lleva el hábito un tanto recogido, por lo que se advierten sus medias oscuras sostenidas por ligas rojas. De pronto, aparece en escena el clérigo Mefistófeles, quien se tambalea ligeramente como si estuviera alicorado; no sigue de largo como parecía ser en principio su intención, sino que se queda mirando las piernas de la religiosa y luego el libro rojo que trae en su mano izquierda, mientras bebe de la botella que trae en la mano derecha, de cuando en cuando. Después de unos minutos de continuar con la misma observación, su rostro se ilumina, asiente como quien de repente comprendiera una verdad absoluta y se vuelve hacia el público, con intención de hablar)
MEFISTÓFELES: ¡Luz¡ ¡al fin la luz¡… alabada sea la divina providencia que ha querido congraciarse con su más fiel siervo, y no bastándole con dejar rebosante mi cabeza con la sapientísima revelación, concebida en las lejanas tierras del Indo y el Ganges, donde los hombres fructifican a diario como las dádivas del Buen Padre que no deja de velar por ellos, ha querido enviarme en éste magnánimo día a esta pu (bebe)…a ésta pura servidora, para que se convierta en sembradora y multiplicadora del nuevo mandamiento que me ha sido encomendado instituir, que como sabréis (se acerca más al público, con pose de predicador) no es otro que el de prodigar Amor, a todo el necesitado que se halle privado de él, como ha demostrado nuestro Señor que debe hacerse, sin condiciones y sin limitantes; acogiendo al desvalido que aún no goza de compromisos, o a éste otro  que se sostiene fiel a su sagrado voto de marti… (Bebe) de matrimonio, sin dejar de lado al viudo, y al mendigo, al caballero ilustre y al campesino, todos ellos hijos de Dios, a quienes ésta mansa joven está llamada a abrirles las… (Bebe) puertas de su corazón, para mostrarles el camino a la redención, a través de su completa entrega al sublime oficio de pro… (Bebe) (En ese momento, Sor Teresita se despierta y sentándose de cara al público, se queda escuchando absorta el  exaltado discurso de Mefistófeles, quien continúa hablando sin advertirla) de profesar la nueva verdad que sustentará nuestra santa madre iglesia, que permitirá que cada uno de vosotros, alcance la comunión con lo divino, al entregarse, como lo hizo nuestro Señor, en cuerpo y alma a todos sus hermanos… (Conmovida por las palabras de Mefistófeles, Sor Teresita suspira y él se vuelve a mirarla)
SOR TERESITA: (Suspirando aún) prosiga por favor prosiga…por lo que más quiera, por nuestro Señor, perdone mi falta al haber interrumpido vuestras pródigas palabras…que digo palabras, vuestras iluminaciones, vuestras… (Calla de pronto y se queda mirándole por lo bajo, presa de una temeridad respetuosa) o acaso…acaso como a la sierva redimida de Magdala, también a mí me ha sido concedida la presencia de un…
MEFISTÓFELES: (Acercándose a ella y ofreciéndole su mano para ayudarle a incorporarse, la cual ella no se atreve a aceptar) Hermana, hermana, que mis palabras no sean causa de vuestro desasosiego, no soy un ángel, si eso es lo que pensáis; sino un simple servidor de carne y hueso, enviado por nuestro Señor a reedificar, bajo nuevos cimientos, nuestra santa iglesia (al escuchar esto, Sor Teresita termina por convencerse de la identidad terrena de Mefistófeles y acepta su ayuda); pero decidme ¿Qué menesteres encaminan vuestros pasos en solitario y a través de los campos, aún en medio de la noche?
SOR TERESITA: (poniéndose de pie) Iba de camino al claustro de un poblado cercano, donde se me ha convocado para asistir a los pobres enfermos, que por estos días cercanos al invierno, llegan como desvalidos rebaños, necesitados de  curación y alimento, y algunos otros del consuelo necesario para recibir en paz el llamamiento de nuestro Señor; que como vuestra excelencia sabrá, es una tarea inmediata, que no deja más remedio que dar reposo a nuestro pies, sólo cuando ya la luz del buen sol mengua, sin importar si es el campo quien servirá como lecho en ese entonces.
MEFISTÓFELES: (asintiendo) Definitivamente, nuestro Señor ha cruzado nuestros caminos con un motivo hermana, la bondad de vuestras palabras es una muestra de sus designios ¿no sería posible entonces que le acompañara en el resto de su peregrinaje, y permitir así que el Señor continúe manifestándose a través de cuantos medios Él considere necesarios?
SOR TERESITA: Dios bendiga vuestra buena voluntad y tan desinteresado ofrecimiento (De la bolsa roja que trae atada a su cintura, extrae un trozo de pan y se lo alarga a Mefistófeles, quien lo empieza a comer con avidez) me apena no poder ofrecer a vuestra excelencia un manjar más delicado, pero en ésta época nuestras viandas no van más allá de un poco de pan y leche, a lo sumo un trozo de queso de cabra o frutos secos, para hacer más llevadera la caminata.
MEFISTÓFELES: (Saboreando las últimas migas de pan y pasándolas con un largo trago de vino) Pierda cuidado hermana, el pan, aunque sea poco, al ser compartido termina por saciar más bocas de las que nos es posible contar, ¿no recuerda acaso el milagro de los panes y los peces?
SOR TERESITA: Por el contrario, vuestra excelencia, de todas las obras maravillosas que nuestro Señor realizó mientras estaba entre nosotros, en carne y hueso quiero decir, es esa la que más asombro me causa (suspira) no sabe cuantas veces he anhelado, y Dios me perdone si peco de vanidad por ello (se da golpes de pecho como quien reza el yo pecador), el tener en mis manos la posibilidad de multiplicar mis pocas posesiones, para suplir con ellas las necesidades de esas pobres almas que acuden a mí, como lo hicieran en su tiempo, en pos de nuestro Señor Jesús.
MEFISTÓFELES: (Sonríe complacido y le alarga a Sor Teresita el libro rojo, el cual ella recibe con extrañeza, sin atreverse a abrirlo) Dios nunca es sordo a los más nobles anhelos de nuestro corazón, hermana; he aquí que con éste, su servidor, muestra su complacencia para con vuestros deseos y le envía los medios para que pueda llevar a cabo tan honrosa empresa.
SOR TERESITA: (Sin comprender aún, mira a Mefistófeles y al libro) Su excelencia disculpará mi ignorancia…pero la verdad es que no he comprendido lo que sus palabras me quieren revelar…además, como debe de ser de su entero conocimiento, las religiosas no sabemos leer…aunque de oídas…
MEFISTÓFELES: (Poniendo una mano sobre el hombro de Sor Teresita) Sí… (Bebe)
SOR TERESITA: (Entre apenada y divertida) Una escucha muchas historias…de transformaciones, como la de esa hechicera…Circe, que convertía a los hombres en cerdos y también versos, los que cantan los mozuelos bajo las ventanas de sus enamoradas…hay uno que me ha gustado mucho, aunque no acabo de comprender lo que significa.
MEFISTÓFELES: Si lo recuerda, quizás pueda ayudarle a esclarecer el enigma que guarda; en la tierra de la que recién he venido, también he escuchado a muchos trovadores y poetas.
SOR TERESITA: (Con el índice sobre los labios, en actitud de rememorar) Dice más o menos así:
“En tu húmedo cáliz amantísima flor
Yo quisiera verter mi más albo licor”
¿Qué piensa vuestra excelencia?
MEFISTÓFELES: (Sonriendo maliciosamente por lo bajo) Tiene usted una sensibilidad especial para… (Bebe) lo sublime, hermana (Sor Teresita asiente y sonríe con timidez), eso demuestra que sin duda alguna, es la persona indicada para cumplir ésta santa misión (Sor Teresita lo mira inquisitivamente) ah sí, me decía usted que no había comprendido mis palabras; pues bien, ¿hermana…?
SOR TERESITA: Teresita, Sor Teresita su excelencia.
MEFISTÓFELES: Como le decía, Sor Teresita, éste servidor, Mefistófeles es mi nombre, ha llegado de lejanas tierras con una buena nueva que Dios, nuestro Señor, ha enviado para consuelo de los hombres: Debo erigir una nueva iglesia, bajo los preceptos de brindar Amor a todos aquellos que lo necesiten, de todas las maneras posibles, sin permitir que ninguna clase de limitaciones se interpongan en el cumplimiento de ese sagrado deber…y usted está llamada a ayudarme.
SOR TERESITA: (Entre atontada y emocionada) ¿Yo?...pero si yo…no sé como…es tan superior a mí esa obra que describe, quizás digna de los santos apóstoles o los profetas…pero yo…
MEFISTÓFELES: Hermana, no puede haber una oveja más justa y humilde ante los ojos de Dios que usted…por eso le he entregado el libro donde han sido consignadas las enseñanzas del nuevo credo; al encontrarla en éste camino, lo primero que advertí fue sus… (Bebe) grandes virtudes, la paz de su rostro no podía ser engañosa y el Señor me iluminó en ese instante, para que yo le entregase el mensaje de su llamada…la misma que seguramente no rechazará.
SOR TERESITA: (Confundida) No…sí…no… no podría rechazar un misión encomendada por nuestro Señor, pero vuestra excelencia, como ya lo había dicho, no se leer y…
MEFISTÓFELES: Hermana ¿acaso piensa usted que Dios no repara hasta en el último detalle? (toma el libro y abriéndolo empieza a pasar las hojas, las cuales únicamente traen una serie de ilustraciones con posturas sexuales. Al hacerlo, se vuelve hacia el público para mostrarlo, en actitud de vendedor) “Gran variedad de imágenes a todo color, posturas adaptables para todos los gustos y contexturas, no importa si es de noche o de día, éste libro será su mejor guía” (se vuelve hacia Sor Teresita) como puede verlo hermana, Dios la provee de las herramientas precisas para que nada pueda detenerla en el cumplimiento de ésta empresa que nos ha encomendado.
SOR TERESITA: (A punto del éxtasis) ¡alabado sea Dios, nuestro Señor!
MEFISTÓFELES: ¡Alabado sea hermana!... (le entrega nuevamente el libro) y ahora, antes de emprender juntos el camino hacia el primer poblado donde seguramente un alma necesitada aguarda nuestro consuelo, es mi deber ordenarla como la primera misionera de ésta nueva iglesia, ¡de rodillas hermana!
(Sor Teresita cae de rodillas ante Mefistófeles. Éste bebe una vez más, derrama un poco del líquido sobre la frente de Sor Teresita y luego le da de beber. Finalmente traza sobre ella una cruz con la mano izquierda, pues con la derecha sostiene la botella)
¡En camino hermana! (Salen de la escena)

ESCENA II
(Se escucha el sonido de las campanas, indicando que la misa de la mañana ha terminado. Seguido  a esto, los pasos de unos pies que se arrastran, como si soportarán un gran peso o una agobiante pena; aparece entonces Don Cástulo, cabizbajo, camina lentamente y tiene un aspecto algo desaliñado y cansado, como si  desde hace muchas noches no pudiese conciliar el sueño; en su mano derecha lleva una Biblia y colgada  trasversalmente, su bolsa de dinero que  tintinea .Mientras avanza, no deja de murmurar en voz baja, hasta que de repente, prorrumpe en un lamento)
DON CÁSTULO: ¡Por qué, Salomé, Por qué!...ya ni en la casa del Señor me permites encontrar reposo…hoy he visto vuestros ojos en la viuda Amalia, en la esposa de Don Francisco el peletero, en la lozana tez de la señorita Aurora, la sobrina de mi confesor y aún ¡Salomé! ¡Aún en el piadoso rostro de nuestra Divina Señora! (en uno de los laterales, aparece  Rasputín, quien al parecer ha estado escuchando a Don Cástulo, pues gesticula con sus manos y su rostro, señalándole al público que al parecer, el mencionado hombre está mal de la cabeza)¡Señor, por qué te has olvidado de tu siervo¡ ¿acaso soy un mal cristiano? ¿ No soy lo suficientemente generoso con vuestra divina causa, Señor?( Rasputín se muestra ahora más interesado) ¿es eso? ( Don Cástulo levanta la mirada y abre sus brazos en señal de súplica, pero también de reclamo) ¡Prometo dar más!…prometo…prometo dar un cuarto, ¡no! dos cuartos de la producción de aceitunas y cinco becerros, de los más fuertes y sanos, y corderos, muchos corderos ¿Es eso suficiente Señor?  (Rasputín, ahora con los ojos desorbitados debido a que la abundancia de los bienes de Don Cástulo ha despertado su interés de consumado avaro, sonríe y se frota las manos, como celebrando anticipadamente. Se acomoda su vestimenta, y al recoger su toga preparándose para salir, se advierte que lleva puestos unos tacones. Camina sigilosamente hacia Don Cástulo) ¿Alcanzaré así vuestra complacencia?… ¡envíame una señal Señor!
 (Con una  reiterativa  tosecilla, Rasputín intenta hacerle notar su presencia a Don Cástulo. Éste, embebido en sus ruegos, no atiende en un primer momento, hasta que Rasputín, por el esfuerzo de su garganta, sobreviene en un verdadero acceso de tos)
DON CÁSTULO: (Sobresaltado) ¡Santísima Madre! (acercándose a Rasputín  y dándole golpecitos en la espalda para ayudarle a sobrellevar el ahogo) ¿puedo ayudaros en algo? ¿Un poco de agua quizás?
RASPUTÍN: (Sobreponiéndose) No, no, buen hombre, estoy perfectamente bien; éste acceso de tos sin duda ha sido debido a una hiperventilación, por el cierre abrupto de la epiglotis, causado por los vapores insanos, algo azufrados, por la reacción de… (Se queda mirando por un momento la bolsa de dinero de Don Cástulo y luego a él. Pone una expresión de aparente preocupación) hmmm (lo rodea, hasta quedar en el mismo punto) quien no se encuentra en muy buenas condiciones, sois vos estimado ¿Don…?
DON CÁSTULO: (intentando arreglar su escaso cabello y sus ropas)  Cástulo...pido disculpas por lo descuidado de mi apariencia…no he estado muy al pendiente de mí en estos últimos días, e Inés, mi querida esposa, se fue hace una semana a la capital para comprar nuevos vestidos y joyas, ya sabe usted como son las damas, siempre al pendiente de que todo luzca perfecto…ah , pero que descortesía, de nuevo me excuso, no se vuestro nombre y ya le estoy agobiando con mis pequeñeces ¿Señor…?
RASPUTÍN: (tomando postura de suma importancia y erudición) Rasputín, Doctor Rasputín, a vuestro servicio; galeno, alquimista y archimago, reconocido servidor de las cortes de toda Europa y aún de la misteriosa Asia; inventor del asombro elixir contra los siete males del cuerpo y las siete fiebres del espíritu; conocedor de los manuscritos del mismísimo Hipócrates y continuo practicante de la profesión médica, sin más interés, que el de servir a todo aquel cristiano que lo requiera…y por lo visto, ése parece ser vuestro caso Don Cástulo.
DON CÁSTULO: (Algo apenado, intenta ocultar su rostro) No veo por qué lo decís.
RASPUTÍN: Los signos en vuestro rostro no pueden ser engañosos…no para alguien como yo, cuya experiencia no deja espacio a duda alguna… dígame Don Cástulo, con entera sinceridad ¿últimamente no ha dormido bien ó me equívoco? (Don Cástulo duda, sin responder aún) tranquilo, vuestra confianza estará a buen resguardo conmigo; al igual que su confesor, quien se ocupa de su alma bajo la promesa del secreto, yo cuidaré de su cuerpo, siendo fiel a mi voto de silencio derivado de mi juramento Hipocrático.
DON CÁSTULO: (Reticente aún, empieza a hablar en voz baja) Es que me apena tanto doctor…además no se si el mío sea un padecimiento que su ciencia pueda curar.
RASPUTÍN: Habría que intentarlo por lo menos Don Cástulo, la medicina ha avanzado mucho últimamente, veamos ¿cuáles son vuestros síntomas?
DON CÁSTULO: ¡Ay doctor! (ahora tomando más confianza), mi padecimiento tiene nombre propio (baja un poco la voz como temiendo ser escuchado) es una mujer…que digo mujer, un demonio, sí, ¡un demonio!, que está siempre mirándome, vigilándome, llamándome para que caiga en la tentación que me ofrece…
RASPUTÍN: Ya veo…su problema entonces es de alcoba…su señora esposa, Doña Inés, ¿le ha reclamado alguna…falta? (Vuelve el rostro por un momento hacia el lado contrario y sonríe burlonamente, gesticulando acerca de la posible impotencia de Don Cástulo)
DON CÁSTULO: No, no (A punto de sonrojarse, se echa la bendición) mi querida esposa es incapaz de hacer semejante…aberración (suspira desalentado); además, desde que por el designio divino de Nuestro Señor, se enteró de que su vientre jamás fructificaría, renunció por completo a mi compañía…no me permite (gesticula intentando ilustrar la cópula) tocarla, más que para acompañarle en sus paseos…eso cuando su humor tiende a la mesura.
RASPUTÍN: Bueno, si no es su esposa…tal vez… lo cual sería comprensible dada la necesidad biológica natural de nuestra especie a encaminar la fuerza del instinto… ¿es acaso otra doncella?
DON CÁSTULO: ¡Dios no escuche vuestras palabras¡…como todo buen cristiano, soy incapaz de semejante pecado contra el sagrado sacramento del matrimonio…no comprendo como tienen cabida semejantes ideas, en vuestro ilustrísimo cerebro Doctor Rasputín.
(Indignado, Don Cástulo se dispone a marcharse)
RASPUTÍN: (un tanto azorado por la huida inminente de Don Cástulo) ¡Espere Don Cástulo! Es de humanos errar….y de buenos cristianos perdonar… ¿no me permitirá, al menos, sin ninguna clase de honorarios, emitir un diagnóstico, una simple señal que le dé luz en este aciago momento…?
DON CÁSTULO: (Dubitativo, hablando para sí mismo) Pudiera ser… (Dirigiéndose nuevamente a Rasputín) tal vez vuestra presencia sea una señal del Señor; habéis aparecido en el momento en que yo elevaba una suplica.
RASPUTÍN: ¿De verdad? (Se vuelve hacia el lado contrario, frotándose las manos y casi triunfante, empieza a acicalarse con joyas invisibles, maquillaje y vestidos, todo con connotaciones femeninas) pues entonces no cabe duda alguna; he sido enviado por Dios, para liberarle de éste mal, como lo hizo Moisés con los israelitas…ahora sí, Don Cástulo, confiéseme, sin reparos, cuál es la malévola mujer que causa vuestro infortunio.
DON CÁSTULO: (como si entrara en trance) ¡Salomé!...siempre en mis sueños…siempre mostrándome su pecaminosa desnudez de descaradas formas…siempre sobre la cruz, llamándome, insinuándose…¡Salomé! (pone una expresión de evidente lascivia)
RASPUTÍN: (Poniéndose la mano sobre el mentón como quien intentará dilucidar algo importante) No hay duda…pesadillas recurrentes, mujer desnuda en posición …interesante, delirios en la vigilia…Don Cástulo (dice con evidente resolución), usted padece una afección mental, en apariencia muy grave, pues en vuestra cabeza, se ha incrustado la piedra de la locura, y es debido a ella, que esa mujer, Salomé, no le deja en paz ni de día ni de noche…si me lo permite, y pone su salud en manos de éste desinteresado servidor, fiel a mi juramento Hipocrático, me comprometo a extraerla a través de una complicada y nada costosa intervención… a lo sumo lo que valdrían diez terneritos, de los más pequeños…eso sí usted me lo permite.
DON CÁSTULO: Me pongo entonces en sus manos y en las de Dios, quien es el que sin duda le ha enviado; los costos son lo de menos, sabré compensar su noble oficio para conmigo.
RASPUTÍN: Así sea entonces, buen hombre; traeré mis instrumentos quirúrgicos y practicaré de inmediato la intervención  (sale dando pequeños saltitos de alegría, mientras se mira en un espejo imaginario. Don Cástulo alza su mirada al cielo, se persigna y junta las manos como si estuviera orando)
ESCENA III

Al encenderse la luz, aparecen en el centro del escenario una mesa circular y una silla al lado de esta; al fondo, puede verse un paisaje campestre. De repente, un murmullo de voces que se acercan empieza a escucharse de ambos lados e ingresan por el lado derecho Mefistófeles en compañía de Sor Teresita y por el lado izquierdo, Rasputín, con una maleta o recipiente transparente lleno de múltiples utensilios de cocina, y a su lado entre temeroso y reflexivo, Don Cástulo. Los cuatro, vienen embebidos en sus respectivas conversaciones, hasta que al llegar al lugar donde se encuentran los muebles, parecen caer en cuenta de la presencia de los demás y se detienen.
MEFISTÓFELES: Buen día hermanos, que la paz de nuestro Señor sea con vosotros (Al decir esto, azuza con su codo a Sor Teresita, que concentrada en la observación del libro rojo, no ha advertido a los caminantes. Ella entonces,  tras hacer una venia juntando ambas manos con el libro entre ellas, vuelve a abrirlo)
DON CÁSTULO: Y con vosotros vuestra excelencia
RASPUTÍN: (Con evidente premura, un tanto impaciente) ¡Que la paz esté con todos los presentes!... Don Cástulo, tome asiento por favor (lo empuja hacia la silla, casi que lo sienta) vuestra urgencia no da espera y el tiempo y el viento son propicios para que la intervención sea exitosa.
MEFISTÓFELES: (Se acerca un poco más, con visible interés en las palabras de Rasputín) ¡Ah!  Es una verdadera sorpresa encontrar un galeno, aquí, en medio de los campos que pronto fructificarán por la gracia de Nuestro Padre, y más aún, a punto de iniciar el milagroso proceso de curación de este honrado hombre, en el que seguramente la gracia divina le asistirá y… del que por cierto no  sabemos su nombre…
DON CÁSTULO: Don Cás…
RASPUTÍN: (interrumpiendo) Don Cástulo, es el nombre de mí (hace énfasis en el posesivo) paciente, caballero prestante y generoso…bastante generoso, que se ha puesto en mis manos para que le libere de sus afecciones…así que, como comprenderéis, el tiempo es oro en este caso.
DON CÁSTULO: Si me lo permite, doctor Rasputín, me gustaría contar en este momento con la presencia de estos servidores del Señor, para que me acompañen durante este trance, me sentiría más seguro…protegido por Nuestro Señor…eso si vuestra peregrinación permite un descanso ¿qué decís?
(Rasputín y Mefistófeles se miran entre ellos un tanto recelosos el uno del otro; pero luego, observan ambos la bolsa de Don Cástulo, y Rasputín le da a entender a Mefistófeles que pueden repartir ganancias si lo ayuda. Mefistófeles le echa entonces una mirada maliciosa a Rasputín señalándole a Sor Teresita, y con una sonrisa satisfactoria de ambos, todo queda pactado)
RASPUTÍN y MEFISTÓFELES: Por supuesto Don Cástulo, no hay ningún problema.
MEFISTÓFELES: Más aún, ésta sierva de Dios que me acompaña, Sor Teresita, estaría dispuesta a ofrecerle los cuidados necesarios para que su recuperación sea pronta y satisfactoria Don Cástulo; no podría quedar en mejores manos, las del doctor para que cure su cuerpo, y las de Sor Teresita y aún las mías para reconfortar su espíritu.
RASPUTÍN: (apoyando incisivamente a Mefistófeles) Ya ve, no hay nada de que preocuparse Don Cástulo, en unos momentos habré extraído el elemento malsano que lo aleja de la cordura y ésta humilde mujer se encargará de restablecerle, entregada en cuerpo y alma a su cuidado ¿No es así Sor Teresita? (sorprendida, mira a Rasputín y luego a Mefistófeles, quien asiente reiteradamente)
SOR TERESITA: Para he sido enviada… (Mefistófeles la mira indicándole que muestre más su convicción) y ya que la voluntad del Señor, ha sido que hoy mi camino se cruce con el de este buen cristiano, pondré todo mi amor y mi empeño para satisfacerle en cuanto necesite.
DON CÁSTULO: ¡Dios es generoso!…doy las gracias a todos vosotros por tan desinteresada obra… ¿podría vuestra excelencia darme su bendición? (Mefistófeles traza la cruz y levanta su botella en señal de brindar)
 (Rasputín deja en el suelo el recipiente, tomando tan sólo un cuchillo grande y uno más pequeño. Después de manipular por unos momentos la cabeza de Don Cástulo, observa el cuchillo grande y lo descarta, poniéndolo en la bolsa de dinero de Don Cástulo; luego toma el pequeño y se dispone a hacer la incisión)
MEFISTÓFELES: Hermana, con solicitud, debe adquirir el sacro conocimiento contenido en el volumen que le he entregado, pues pronto deberá ponerlo en práctica en cumplimiento de su deber para con Dios y con Don Cástulo.
SOR TERESITA: (poniéndose el libro sobre la cabeza y apoyándose sobre la mesa un tanto angustiada) ¡ilumíname Señor!
(Aparición de la imagen pictórica. Tras unos momentos la luz se apaga y un murmullo creciente de jadeos, risas apagadas, obscenidades tiernas e invocación a dioses de diversas religiones empieza a escucharse. Al llegar a cierto punto, en el centro se enciende una luz rojiza, que enfoca  la mesa. Bajo esta, la silla se encuentra tumbada con las patas vueltas hacia el público. Sobre ella, reposa una prenda de matrimonio, al lado de unas pinzas un tanto ensangrentadas. Del lado izquierdo de la mesa se encuentra Rasputín sosteniendo la biblia y del lado derecho Mefistófeles, haciendo lo propio con el libro rojo; solo se advierten sus manos y parte del perfil de su rostro. Rasputín intenta poner la biblia sobre la mesa, pero Mefistófeles lo impide al interponer el libro rojo, de forma que uno sobre el otro forman una cruz; tras unos momentos de este juego, la prenda rueda el suelo y la biblia queda sobre la mesa, bajo el libro rojo, siempre conformando la figura de una cruz. Se escucha una exhalación de descanso y se apagan las luces)

ESCENA IV

Se escuchan las notas del himno cristiano  del “Aleluya”. Del lado izquierdo del escenario, al encenderse una luz púrpura, aparece Mefistófeles; lleva puesta sobre su sotana, una bata negra, con el logo de Playboy, que va sostenida por un cinturón rojo, del cual va prendida la bolsa del mismo color, que antes llevara Sor Teresita ; en su mano sostiene una copa rebosante de vino tinto. A su lado, ceñida por la cintura por Mefistófeles, aparece una mujer cuyos rasgos, vestidos y accesorios, dejan entrever que se trata de Rasputín;  junto a ella, en el suelo, descansa la bolsa de dinero de Don Cástulo, de la que sobresalen algunos de los utensilios que otrora fueran usados por Rasputín. Con su mano izquierda, sostiene el embudo que antes le sirviera de birrete, pero ahora lleno de flores plásticas, mientras que la derecha, la lleva dentro de la bata de Mefistófeles.
MEFISTÓFELES: ¡Mirad!  Ha crecido la luna y alcanzado su esplendor de divina lumbrera a la par con nuestra misión, que empieza a prodigarnos con sus más dulces pámpanos (atrae hacia sí a la mujer, a quien llamaremos Lilith, hasta tenerla a pocos centímetros de su rostro, como si fuera a besarla)
LILITH: Tenéis toda la razón mi querido Mefisto; al mundo herido, necesitado de tan prontas curaciones, le hemos hallado la infalible panacea, la comunión milagrosa a iguales dosis, de ciencias y religiones.
(Del lado derecho del escenario, se enciende una luz rojiza y aparecen Sor Teresita y Don Cástulo. Él, está sentado sobre la silla que usada anteriormente durante la intervención, de tal manera que su abdomen queda contra el espaldar de la silla. Lleva desnuda la espalda, con visibles marcas de latigazos a lo largo de ésta y su rostro vacila por momentos entre el placer y el sufrimiento. Sor Teresita, quien lo sostiene con su mano izquierda por los cabellos, lleva puesto un atuendo oscuro con tendencias entre gótico y sadomasoquista, pero conserva su manto. En su mano derecha, lleva un látigo en alto, como si se dispusiese a usarlo y  su pierna derecha  también en alto, sobre la silla, detrás de Don Cástulo, por lo que se ven, ahora más explícitamente, sus medias con ligas)
SOR TERESITA: Amor y dolor, como nuestro Señor nos lo enseñó; crecen en los campos y las ciudades la prole de estos animalitos de Dios, que necesitan un pastor, alguien que les guie, les corrija, les domestique…y son tan agradecidos (se acerca al oído de Don Cástulo) ¿no es así? (Don Cástulo asiente)
MEFISTÓFELES: Sabias palabras hermana…por eso mismo, no podemos dejar a los pobres cristianos desamparados, tenemos que sembrar los áridos campos de las tierras conocidas y las que aún están por descubrir, con éste mensaje, ésta misión que nos llevará a arrancar cada mala hierba…
LILITH: Cada dama y caballero que dude de la sapiencia de nuestro juicio o se jacte del suyo, o aún peor, cometa el imperdonable desatino de menguar su generosidad para con nuestra causa…
SOR TERESITA: Cada ovejita negra que pretenda irse por un camino contrario al del rebaño…
DON CÁSTULO: Cada…
MEFISTÓFELES, LILITH Y SOR TERESITA: (interrumpiendo, todos con los dedos índices sobre los labios) Shhhhhh
SOR TERESITA: No es tiempo de hablar para los corderitos (le besa en la frente a Don Cástulo y le da tres golpecitos con el mango del látigo) primero los trucos y luego el heno ¿entendido? (Don Cástulo asiente sin dejar de mirarle y sonríe)
LILITH: (Llevándose las manos al rostro entre sorprendida y contrariada) ¡Cómo hemos podido olvidarlo! ¡Es inconcebible!
MEFISTÓFELES: ¿Qué olvido es el que referís?
LILITH: Nuestra obra…nuestra misión…nuestra empresa (se abraza a Mefistófeles) ¡aún está innominada!
SOR TERESITA: Nuestra situación es  pecaminosa (se acerca a Mefistófeles y a Lilith, y al chasquear los dedos, detrás suyo acude Don Cástulo, posándose a sus pies) vuestra excelencia debe purificar nuestra obra, a través del sacramento del bautismo ¡pronto!
(Mefistófeles, sin saber muy bien que hacer levanta su copa en alto con notorio pesar por la bebida, pero a punto de derramarla, se detiene)
MEFISTÓFELES: ¿Y el nombre?
(Lilith y Sor Teresita se miran con expresión inquisitiva; poniéndose a lado y lado de Don Cástulo, entrelazan luego las manos y empiezan a girar a su alrededor cantando “Mate bambú, materile, lire, ró”. Al llegar a la parte de “queremos un angelito” lo varian en cambio por “queremos  un engendrito”)
LILITH: ¿Y qué nombre le pondremos, materile, lire, ró?
SOR TERESITA: ¿Y que nombre le pondremos materile, lire, ró?
DON CÁSTULO: (visiblemente trastornado) inquirir…sumisión…inflingir…curación…
MEFISTÓFELES: (Con voz triunfante) ¡Inquisición!
LILITH Y SOR TERESITA: ¡Ese nombre si nos gusta!
(Se hincan de rodillas y juntan las manos en señal de oración. Mefistófeles entonces derrama un poco de la bebida sobre Don Cástulo, da de beber a Lilith, luego a Sor Teresita y él termina el resto del contenido)
MEFISTÓFELES: (En tono ceremonioso y oscuro) Os doy la  bienvenida a la orden de la Santa Inquisición ¡venid!
(Lilith y Sor Teresita, se ponen a lado y lado de Mefistófeles, quien levanta los brazos como en el momento de la elevación,; luego las abraza a ambas, Sor Teresita vuelve a chasquear los dedos y todos empiezan a tararear una  sombría canción de cuna. De fondo, se escucha la música de un carrusel o una caja de música)
FIN

















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