viernes, 9 de octubre de 2015

LA HERENCIA
(Yeni Zulena Millan Velasquez)
Personajes
Don Segundo Rico, jefe de la familia, recientemente fallecido.
Doña Débora Dora de Rico, viuda de don Segundo.
Florencio, hijo de los señores Rico, pintor sin mucho prestigio.
Florencia, hija de los señores Rico, hermana melliza de Florencio, estudiante de música.
Ángel Armando, novio de Florencia, actor ocasional, vocalista de una banda desconocida.
Inocencia, empleada del servicio.
El doctor Justo Blanco, abogado de la familia.
San Pedro, encargado de las llaves del cielo.
Cándido, el perro de don Segundo.

Escenario dividido en dos cuartos por una puerta; en la porción derecha, menor que la contraria, se encuentra una cocina, en la derecha la sala de una casa de clase media- alta. En el centro de esta un ataúd y junto a él, don Segundo aparece con túnica blanca y halo mirando apesadumbrado al interior del mismo.
DON SEGUNDO: (suspirando) Ni siquiera así me veo bonito, y eso que dicen que ningún muerto es malo y que a todos se les nota en la cara la visión del paraíso…bueno, al menos Deborita supo como arreglarme para que quedara decente… tan bella, tan fiel…siempre aguantándose mis llegadas tardes después del trabajo ¡ay Deborita mía! ( Don Segundo se vuelve al escuchar el ruido de la puerta  que se abre y al ver que son su esposa, sus hijos y Ángel Armando, el novio de su hija, quienes llegan, vestidos todos de luto, va a su encuentro)
DOÑA DÉBORA: (levantándose el velo oscuro que le cubre el rostro y apoyándose en el ataúd, solloza. Don Segundo, quien la ha seguido, se acerca para abrazarla sin llegar a hacerlo. Los demás se distribuyen a lado y lado del féretro.) ¡Segundo, Segundito, por qué me dejaste!
FLORENCIO: (Se acerca a su madre y la abraza. Ella se reclina en el pecho de su hijo) Madre, cálmate por favor, no tienes por que lamentarte, siempre fuiste la más fiel y abnegada de las esposas, nunca le diste un motivo de disgusto y eso que hasta el último momento fue un gruñón…contigo y conmigo
DOÑA DÉBORA: (Apartándose de su hijo al escucharlo) ¡Calla Florencio!...al menos en este momento muestra un poco de respeto por tu padre, él te amaba, al igual que a tu hermana
FLORENCIO: (Despectivo, mirando un momento el féretro y luego volviéndole la espalda) Pues bien que lo sabía disimular conmigo…a ella en cambio (señala a su hermana) siempre le dio todo lo que se le antojaba, claro ¡Florecita, la niña de sus ojos!
FLORENCIA: (Se acerca a su hermano y tomándole de la mano le hace volverse hacia ella) ¡No deberías hablar así de nuestro padre!...acepto que a veces no era muy amable contigo, sobre todo después de que dejaste la carrera de Arquitectura y te volviste…pintor, pero él siempre te apoyó, incluso te siguió pasando la mensualidad y pagándote el alquiler, aun cuando no quisiste aceptar el trabajo que te ofreció
FLORENCIO: ¿Trabajo? ¡Ja! No me hagas reír, ¿ser mensajero en una compañía que maneja más de cincuenta obreros y produce varios millones al mes y de la que además por derecho, soy accionista? Eso no era un trabajo, era un insulto, además (dice con autosuficiencia) lo mío es el arte, algo que el viejo nunca comprendió y al parecer tampoco ustedes (sale por la puerta y su madre tras él)
(En el lado izquierdo, casi en sombras, permanece Florencia junto al féretro y Ángel Armando consolándola. En la cocina, se encuentran Florencio, Débora y don Segundo, quien los ha seguido)
FLORENCIO: (Vuelto de espaldas a Débora) déjame sólo madre…pensé que al menos en este momento estarías de mi parte, pero ya veo que otra vez me equivoqué ¡ve a consolar a tu hijita querida! ella sí te necesita
DÉBORA: (Se acerca a él y lo abraza desde atrás) Shhh…no debes ofuscarte de ese modo mi niñito, al menos no delante de tu hermana, ya sabes como es ella, además (lo hace volver hacia ella y le toma la barbilla entre sus manos) tú sabes bien que siempre has sido mi preferido, y que como tú, mi príncipe hermoso esperaba justo este momento, así que ayúdame un poco y no lo eches a perder
(Don Segundo, siempre cerca de ellos, pone más atención a la  extraña conversación)
FLORENCIO: Lo sé madre, pero ya sabes que no la soporto, siempre está provocándome, y ahora que papá ya no está, no tengo ni ganas ni motivos para soportarla más
DÉBORA: Créeme Florencio, yo siento lo mismo que tú…Florencia también es mi hija, pero a parte de el buen gusto y la justa belleza, no tiene nada de mí…por eso debemos estar unidos en este momento, para no dejar que ella se lleve la mejor parte de… (Don Segundo se acerca aún más aguardando la revelación de lo que sospecha)
INOCENCIA: (Entra cargando un perrito) Ay citico mi Cándido, ¡ya huerfanito se quedó!
DÉBORA: ¡Pero que hace Inocencia! cuántas veces le tengo que decir que no me meta a ese…a ese chandoso a la cocina
INOCENCIA:(tratando de ocultar al perrito) misiá Débora, perdóneme, pero es que el animalito también esta triste, imagínese que no hace sino gemir y gemir, como que ya se dio cuenta de lo de don Segundo y me dio pesar dejarlo solito en su pena (don Segundo se acerca a Inocencia y mira piadosamente a ella y a Cándido )
DÉBORA: Que pesar ni que ocho cuartos ¡señor dame paciencia para aguantarme esta india!...mire, haga algo, barra, limpie, pro-duz-ca que para eso se le paga
(Suena el timbre de la puerta, todos se ponen atentos, en silencio, pero nadie abre)
DÉBORA:( Reaccionando al fin y dirigiéndose a Inocencia) Y usted qué
INOCENCIA: Qué de qué o qué
DÉBORA: Por qué sigue ahí parada
INOCENCIA: Pues como usted me estaba dando tanta instrucción misiá Débora…perdón doña Débora, ya no sé ni a que atenderle
FLORENCIO: Mire Inocencia, por ahora, vaya y abra la puerta que debe ser el doctor Blanco
DÉBORA: (notoriamente interesada cambiando de semblante y componiéndose el vestido y el peinado) ¿el doctor Justo Blanco? ¿Nuestro abogado, bueno, al abogado de tu padre?
FLORENCIO: El mismo. Hace un rato hablé con él y me dijo que llegaría lo más pronto posible… para organizarlo todo (don Segundo mira a su hijo y a su esposa desconcertado)
DÉBORA: Pero que hubo ¡muévase Inocencia que se petrifica!
(Inocencia cruza la puerta aún con el perrito en brazos. Se enciende la luz de la sala y mientras ella se mueve, los demás, incluyendo a don Segundo se van acercando a la puerta tras ella)
 INOCENCIA: (asomándose primero por el ojo de buey, luego por una ventana y abriendo al fin) Ay dotor ¡se nos fue don Segundito!
ABOGADO: (entra y trata de consolar a Inocencia que parece a punto de echarse a llorar) Tranquila Inocencia, Segundo está ahora en un mejor lugar, pero eso no quiere decir que haya dejado desamparados a ninguno de los suyos, para eso estoy aquí, para cumplir con lo que él deseaba respecto a ustedes
DÉBORA: (interponiéndose entre el abogado e Inocencia) Doctor Blanco, que pena con usted, tener que aguantarse las insolencias de esta…empleada… (Lo toma del brazo y lo hace avanzar unos pasos) pero siga por favor, díganos ¿cuál es el asunto que lo ha traído hasta aquí? En este momento tan doloroso, sus  palabras y su presencia nos resultan consoladoras
 ABOGADO: (deshaciéndose de la mano de Débora y tomando distancia) Pues vera usted, señora Débora Dora, el asunto que reclama mi presencia en su hogar, además de acompañarlos en el duro trance que significa la partida de don Segundo, que además de mi cliente, ante todo fue siempre mi amigo… (Don Segundo mira al abogado afectuosamente tras oír sus palabras y le da un palmadita en el hombro)
INOCENCIA:( Interrumpe) Alma bendita, Dios lo tenga en su Santa Gloria
FLORENCIO: Amén, Inocencia, amén… puede continuar doctor, por favor
ABOGADO: Como les decía, el motivo de mi visita se debe a que don Segundo, consciente de que su salud venía quebrantándose desde hace algunos meses…
INOCENCIA: (interrumpe)Yo si le decía al patroncito que esa tos, era pura tos de perro… ese sereno de la noche que le caía, cuando la acompañaba a usté misiá Débora al tal club, no le iba a traer nadita bueno, pero usted siempre se lo arrastraba y ya ve, ni porque se la hubiera rayado…
DÉBORA: ¡Inocencia, Inocencia! ¿Por qué mejor no le trae un cafecito al doctor Justo y aprovecha también para darle de comer al…perrito?
 INOCENCIA: ¿Cafecito dotor?
ABOGADO: Sí, Inocencia, muchas gracias
INOCENCIA: Con su permiso
DÉBORA: Siga, siga y acuérdese de llevar al chan… al perrito (Sale Inocencia con el perrito y entran en la cocina) prosiga por favor doctor
ABOGADO: Sí claro señora Débora…aunque si gusta podemos dejar este asunto para otro momento, comprendo su dolor, está tan reciente la muerte de don Segundo…
DÉBORA: Noooo…no, no, no se preocupe por mi doctor, usted vino para cumplir las disposiciones de mi difunto (solloza) de mi amado esposo, y no quiero, no queremos abusar de su tiempo, usted un hombre tan ocupado tomarse semejante molestia…por favor, díganos, ¿qué es lo que Segundito le encomendó hacer en su ausencia?
ABOGADO: Bueno, ya que usted me lo pide, se lo diré señora Débora: se trata del testamento
(El resto de los presentes se miran entre sí en principio notoriamente interesados, casi felices y luego tratando de disimularlo, retornan a su tristeza anterior)
DÉBORA: (Llevándose las manos al pecho, aparentemente conmovida, suspira) Segundo, Segundo mío, ni siquiera en tus últimos momentos te olvidaste de nosotros… ¿Y qué dice el testamento, doctor?
ABOGADO: Eso no lo puedo revelar, sino hasta que usted misma me lo autorice ¿quiere hacerlo en este…?
DÉBORA: (interrumpe con notoria prisa) Claro doctor, lo autorizo
ABOGADO: Muy bien (empieza entonces a buscar el documento en el interior de su portafolio, pero tras un momento vuelve a cerrarlo)
DÉBORA: ¿Pasa algo doctor?
ABOGADO: Así es…discúlpeme señora Débora, creo que olvide el documento en mi despacho, si quiere puedo regresar mañana o si lo prefiere podría ir ahora por él…pero me apena tener que hacerlos esperar, con este tráfico…
DÉBORA: Tranquilo doctor, tómese usted el tiempo que necesite, nosotros  lo esperamos
ABOGADO: Está bien, trataré de volver pronto, permiso (sale de la escena)
FLORENCIA: Madre, no entiendo tu premura respecto a ese dichoso testamento…sabes bien que mi padre no te dejaría desamparada, ni a ninguno de nosotros
FLORENCIO: Ni a ti, querrás decir
ÁNGEL ARMANDO: Florecita, tranquila, no tienes porque cuestionar a tu madre…ella simplemente quiere asegurar tu bienestar y el de mi cuñado
DÉBORA: Así es mi chiquita  (se acerca a Florencia y la atrae contra ella. Mientras tanto, le hace un guiño a Ángel sin que sus hijos lo noten. Don Segundo la mira incrédulo)
FLORENCIO: ¡No me aguanto este circo! (camina rumbo a la cocina) me avisan en cuanto llegue el doctor Blanco
ÁNGEL ARMANDO: Yo también las dejo solas para que hablen; además necesitó un buen café (entra en la cocina detrás de Florencio)
FLORENCIO: ¿Qué haces tú aquí?
ÁNGEL ARMANDO: (Se le acerca y le toma la mano. Florencio deja que lo haga, pero lo mira indignado) No te pongas así conmigo corazón (le acaricia el rostro y Florencio cede un poco en su actitud) tu hermana es una malcriada y la mejor manera de controlarla es estar siempre cerca de ella ¿no querrás que en una de sus pataletas convenza al abogadito ese de que es ella quien se merece la mayor parte de la herencia?
FLORENCIO: No, claro que no…es sólo que me enferma tener que verla contigo  todo el tiempo
ÁNGEL ARMANDO: Lo sé, lo sé…créeme, yo tampoco lo disfruto mucho, pero tú sabes que ya queda poco tiempo…sólo el suficiente para desplumarla  e irnos juntos…
FLORENCIO: ¿A Paris, cómo lo planeamos?
ÁNGEL ARMANDO: A donde tú quieras
(Se abrazan y cuando están a punto de besarse, entra Inocencia que se queda mirándolos consternada)
FLORENCIO: (Separándose de Ángel con rapidez) ¡Y usted que mira!, mejor prepárenos un café a mi y a mi cuñado… y a ver si lo hace rápido, no como el del doctor Blanco, con el que nunca apareció
INOCENCIA: (Empezando a buscar los utensilios para hacer el café. Susurrando) Las cosas que a una la toca ver…
ÁNGEL ARMANDO: ¿Qué dice?
FLORENCIO: No le prestes atención, mejor vamos a acompañar a mi madre y a mi hermanita, que ya de viejos fisgones, con mi padre tuve suficiente…nos lleva el café (salen de la cocina y entran en la sala)
INOCENCIA: Citico Don Segundo, con esa fiera de mujer que le tocó y ahora también el hijo le sale con esas…con razón no le tenía cariño, ni a ese, ni al zángano cari bonito de su yerno,  que de Ángel no tiene sino el nombre (en ese momento se escuchan los ladridos de Cándido) ¡Y usté Cándido que tampoco ayuda! Siga así, y verá que nos sacan a la calle a los dos (ladra de nuevo) a ver que es lo que quiere mi mimadito (sale)
(En la sala)
DÉBORA: (Sosteniendo a Florencia que parece querer desmayarse) Angelito, por favor, llévala a la cocina y que Inocencia le prepare una de esas aguas que ella hace
ÁNGEL ARMANDO: (Abrazándola mientras Florencio le acaricia por la espalda. Don Segundo los mira asombrado) Claro doña Débora… ¿Seguro que puedes caminar Florecita?
(Florencia asiente y van hacia la cocina. Don segundo sale tras ellos, preocupado)
ÁNGEL ARMANDO: No, y ahora que se hizo tu empleada
FLORENCIA: Tranquilo mi bombón, no tengo nada, lo único que quería era quitarme de encima a mi madre que parece un pulpo y casi me asfixiaba…y ya necesitaba estar contigo… a solas (se le abraza a cuello y empieza a besarlo apasionadamente)
ÁNGEL ARMANDO: Espera, espera, ya tendremos mucho tiempo para eso… hay que guardar las apariencias…al menos hasta que se lea el testamento y tú y yo al fin podamos estar juntos, felices, sin tener que preocuparnos por nada
FLORENCIA: Apariencias… ¡ya estoy cansada de guardar las apariencias! …ante mi padre siempre tuve que ser la niña buena, la mejor estudiante, inocente, tonta, virgen…jeje…virgen  (dice mirando maliciosamente a su novio) menos mal nunca se enteró de que tú y yo… (Don Segundo mira a su hija incrédulo y apesadumbrado)
ÁNGEL ARMANDO: Shhh…cuidado Florencia, recuerda que las paredes y las empleadas tienen muchos oídos
FLORENCIA: No te preocupes mi chu-pe-te de fresa…como mínimo, la eficiente de Inocencia debe estar ocupándose del garosito ese que papá adoptó, y que quería más que al pobre de Florencio (ríe burlonamente) ¡ay mi hermanito el artista!…si hubiera sido más inteligente y le hubiera seguido la corriente a papá, seguramente habría conseguido sacarle más dinero…así como lo hicimos nosotros
ÁNGEL ARMANDO: ¿Tú crees que nunca llegó a sospechar? (Don Segundo se acerca para escuchar la conversación que ahora toma un tono confidencial)
FLORENCIA: No, no lo creo…papá siempre fue un tanto ingenuo, demasiado diría yo; nunca se le ocurrió averiguar si de veras yo estaba asistiendo a la universidad…además nuestros amigos siempre eran la mejor coartada
ÁNGEL ARMANDO: (Ríe) sí, era lo mínimo que podían hacer por ti, por nosotros, además las fiestas que hacíamos con la plata de tu semestre ¡que fiestas!
FLORENCIA: Sí…pero las mejores eran las privadas…solos tú y yo (se le acerca de nuevo a Ángel y él se deja llevar por la situación. Don Segundo mira apesadumbrado e incrédulo a su hija)
INOCENCIA: (Entra, se queda observándolos con los ojos muy abiertos y se santigua, carraspea para anunciar su presencia) Ave María purísima ¿la niña Florencia necesita algo?
ÁNGEL ARMANDO: (Simulando que la sostiene y Florencia fingiendo un desvanecimiento) Pues claro que necesita algo ¡no ve!, traiga una silla, prepárele algo  una aromática, un té ¡pero ya!
INOCENCIA: Espere tantico joven (sale un momento y aparece con una silla) Siéntela aquí que ya le hago una agüita de canela para volverle los colores, pero usted debía de llamar al médico por si la niña se pone más malita
ÁNGEL ARMANDO: No diga eso Inocencia ¡no sea paranoica!, lo que Florecita tiene es estrés, sólo eso
INOCENCIA: Luego no diga que no se lo advertí
(Ángel Armando mira a Florencia que le guiña el ojo  indicándole que le siga la corriente a Inocencia y luego sale tras hacerle gestos a la empleada que se encuentra de espaldas, como si tuviera la intención de estrangularla)
INOCENCIA: (Con un pocillo en una mano y con la otra sosteniéndole la cabeza a Florencia) Tómese el agüita niña, con esto se va a sentir mejor, mire que hasta su padrecito lo decía
FLORENCIA: (Empezando a sorber sin mucha convicción) Gracias Ino
(Sala)
ÁNGEL ARMANDO: Inocencia dice que deberíamos llamar al médico
FLORENCIO: Por Dios, nos es para tanto, a mi hermana siempre le ha gustado el drama y este no es otro más que uno de sus showsitos para llamar la atención
ÁNGEL ARMANDO: Díselo tú a Inocencia, ella es la que está insiste en que Florencia está a punto de acompañar a don Segundo
DÉBORA: Por favor Ángel Armando ¡no digas eso ni en broma!, ya suficiente dolor tengo con la falta que me hace mi Segundo…ve Florencio, dile a Inocencia que se tranquilice, que lo de tu hermana no es nada serio, y que de ser preciso mañana yo misma la llevo al médico
 FLORENCIO: ¡Pero mamá!
DÉBORA: Ve, hazme caso (Florencio enfurruñado va a la cocina)
DÉBORA: Cuidadito con esos mareos Angelito, yo no pienso convertirme en abuela, no estando tan joven aún, y menos si el padre de ese…mocoso, eres tú
ÁNGEL ARMANDO: (Tomándola en sus brazos arrebatadamente) ¿qué, mi devoradora está celosita?
DÉBORA: (Intentando desasirse medio en serio medio en broma) ¿cómo te atreves? (Ángel la besa en el cuello) además esa niña no es competencia para mí, no me da ni a los pies ¿o es qué piensas lo contrario?
ÁNGEL ARMANDO: Para nada mi pantera, ella apenas ronronea, en cambio tú…
DÉBORA: Yo…vamos dilo, dilo mi angelito
ÁNGEL ARMANDO: Tú ruges mi pantera (don Segundo, quien había estado durante ese rato con su hija, entra y al ver aquella escena, se acerca a los amantes y enfurecido trata de golpearles, claro está sin conseguirlo)
FLORENCIO: (Desde la cocina) ¡Madre!
DÉBORA: (acomodándose el vestido y desasiéndose de Ángel Armando) Pero este bendito día es el de los inoportunos ¡que ocurre hijito!
FLORENCIO: ¡Ven por favor! A Inocencia se le olvida quien es la que manda en esta casa
(Débora y Ángel se miran como consultando que hacer, se encogen de hombros y van hacia la cocina)
DON SEGUNDO: (A solas, en el centro de la sala, delante del féretro) ¿Pero cómo es posible que no me haya dado cuenta?...bien me lo dijo mi madre cuando le presenté a Débora ¨esa no es Débora sino Víbora¨…. cuanta razón tenía mi viejecita y yo que no la escuché…y estos hijos, que de mí no sacaron sino el apellido y el dinero que yo tan tontamente les entregué…igualitos a su madre ¨Cría cuervos y te sacarán los ojos¨…pero ya que, el muerto al hoyo y el vivo al baile, pero esta jauría ni siquiera esperó hasta enterrarme para empezar a celebrar…si tuviera la oportunidad los dejaría con los crespos hechos y sin un centavo de la herencia, pero cómo ¡cómo!
(Sobre don Segundo, se enciende una luz blanca y de ella al parecer sale una voz)
SAN PEDRO: Segundo Rico…no me lo esperaba de usted, siempre fue en vida un alma sosegada, pacifica, nunca nos dio que hacer: esposo fiel, padre amoroso, jefe honrado y justo, ciudadano intachable ¿a que debemos tanto alboroto ahora que está  a un paso del paraíso?
 DON SEGUNDO: (un tanto apenado ante el comentario) Usted me perdonará señor San Pedro, pero ante lo que he visto hoy, estoy que me llevan los diablos ¡si no es que yo mismo me vuelvo uno y me arrastró a todos los que están en esta casa!...bueno, no a todos, ni a Inocencia que es tan santa como usted, ni tampoco a mi fiel Cándido, que fueron los dos únicos a quienes si les dolió mi muerte
SAN PEDRO: ¡Calma, calma Segundo! ¿No ve que Dios puede escucharle y tomándole como hereje cambiarle el pasaje y mandarlo a usted derechito para donde…usted y yo bien  sabemos? …piénselo usted mejor, y a lo mejor entre ambos le encontramos una solución a este asunto
DON SEGUNDO: (Se queda pensando en silencio por unos momentos, tras los cuales, la cara se le ilumina, como si le hubiese surgido una idea) Lo tengo… ¿me concedería usted cinco minutos, sólo cinco minutos más entre los mortales?
SAN PEDRO: No, no, no, nada de apariciones, eso no trae buenos resultados, ni tampoco buena fama para los que estamos de este lado, aunque…me intriga ¿con qué fines usaría esos cinco minutos don Segundo? Sólo por curiosidad… aquí en el cielo todo es tan predecible, que a veces necesitamos un poco de ese picante que le ponen los humanos a sus cosas
DON SEGUNDO: Le aseguro que no es para nada malo, señor San Pedro; simplemente quiero despedirme personalmente de mi familia, usted sabe, la última vez, antes de la eternidad…
SAN PEDRO: (Al parecer duda) mmmmm, no lo sé, parece un deseo inofensivo, no causaría ningún mal ¿verdad?
DON SEGUNDO: ¡Por supuesto que no!, no voy a arriesgar mi entrada al cielo, tanto que me costó
SAN PEDRO: Bueno, esta bien, se los voy a conceder ¡pero debe prometer que no se lo va a decir a ninguna otra alma! Luego ya todos van a querer lo mismo y se forma el desbarajuste
DON SEGUNDO: Prometido, mi boca está sellada, como una tumba (ríe)….muchas gracias señor San Pedro
SAN PEDRO: En usted confío, espero verlo pronto y sin ninguna novedad, me voy porque ya hay una fila larga de almas ante las puertas y quieren armar revuelo ¡hasta luego Segundo!
DON SEGUNDO: Hasta luego señor (la luz se apaga) ahora sí se van a llevar un buen susto… no lo van a olvidar jamás
DÉBORA: (entrando, mientras mira hacia la cocina) ¡Esta bien, esta bien!  Usted quédese aquí  en la casa a esperar al doctor Blanco que nosotros nos hacemos cargo…  ¡Que india tan terca!
FLORENCIA: (Entre Ángel y Florencio, que le ofrecen apoyo mientras ella se rehúsa) Mamá, estoy bien, no necesito ningún médico
DÉBORA: Eso no es lo que cree Inocencia,  ¨tu nana¨, y es mejor llevarle la corriente, ya ves como el doctor Blanco le hace caso…y no hay que correr riesgos
FLORENCIO: Al menos debemos simular que le hicimos caso para dejarla tranquila…y también para que nos deje tranquilos…brrrrr (tirita de pronto) que frío hace aquí adentro, ¿no lo sienten?
DÉBORA: Ahora que lo dices sí…pero es sólo aquí, en la sala, en la cocina el clima estaba normal, tan agradable como Inocencia lo permitía… ¿Será que tu padre…?
FLORENCIO: Ay no mamá, no vayas a empezar con tus supersticiones
FLORENCIA: ¿Y qué tal si mamá tiene razón?...si papá estuviera aquí, escuchándonos, viéndonos…
FLORENCIO: Fisgoneando como siempre (Todos empiezan a mirar nerviosamente a su alrededor. De repente, la puerta de la cocina que había quedado entrecerrada, se cierra con un fuerte golpe y el viento empieza a aullar. En medio de la confusión, Débora se abraza con Florencia y Florencio con Ángel, luego Débora con Ángel y Florencia con Florencio hasta quedar finalmente, Débora abrazada con su hijo y Florencia con su novio)
FLORENCIA: Escucharon eso
ÁNGEL ARMANDO: (nerviosamente) ¡Claro que sí Florecita, ni que estuviéramos sordos!
FLORENCIO: (tratando de parecer tranquilo) Calmémonos, no hay porque alarmarse…ha debido ser Inocencia y su manía de andar azotando las puertas…es más, ya mismo la voy a poner en su sitio (se acerca a la puerta, pero al intentar abrirla, no lo consigue, pues Don Segundo la sostiene) está vez la hizo buena…debió trabar la cerradura y ahora encima tendremos que buscar un cerrajero
DÉBORA: (acercándose a su hijo) ¿Estás seguro que sólo es la cerradura?
FLORENCIO: Obviamente es la cerradura ¿Qué más podría ser…?  (En ese momento, Don Segundo toma por la oreja derecha a Florencio y se la hala, haciéndole doblar la cabeza a un lado) ¿Pa-pá…?
DÉBORA: ¿Qué has dicho? (Don Segundo se acerca a Débora y tomándola desde atrás por la cintura la da un beso en el cuello) ¿Se-Se-Segundito?
ÁNGEL ARMANDO: (con la voz algo amanerada, debido a la angustia) ¡No más, no más! (Todos lo miran extrañados. Al darse cuenta de su traspié, trata de remediarlo) ¿no ven que están asustando a mi Florecita?
FLORENCIA: Papito ¿eres tú? (Don Segundo se acerca a la pareja y los separa con brusquedad)
ÁNGEL ARMANDO: (Sin conseguir disimular más su verdadera condición) ¡Ay no, ay no, lo que soy yo, me largo de aquí (corre hacia la puerta principal y trata de abrirla, pero Don Segundo se lo impide y en cambio le propina una bofetada que lo lanza al piso a los pies de Florencia) ¡Ay no Don Segundo, a mi no me haga nada!...lléveselos a ellos, ellos sí son su familia, yo sólo soy un aparecido, un advenedizo como usted decía…!
FLORENCIA: ¡Pero que dices, te  has vuelto loco o qué!
DÉBORA: Más bien loca (comenta Débora mirándolo entre dolida y asustada)
FLORENCIO: (Se acerca a Ángel y le ayuda a incorporarse) ¡Basta!, déjenlo en paz, todo esto es producto de ésta situación descabellada…y tú, papá, si es que en verdad te crees lo suficientemente valiente para molestarnos con tus patéticas bufonadas de fantasma, ¡muéstrate de una vez y dinos lo que quieres! ( Ante las palabras de Florencio, Don Segundo cierra un momento los ojos con fuerza y luego aparece bañado de una luz blanca, lo que lo hace visible ante todos los presentes, que se quedan viéndolo con ojos desorbitados, a tiempo que todos juntos caen de rodillas)
DÉBORA: ¡Segundo!
DON SEGUNDO: (avanzando unos pasos hacia ellos) Sí, Segundo, Segundo Rico Plata, tu esposo, el padre de esos hijos (los señala) el mismo que tú traicionabas con este (señala a  Ángel) pelafustán, zángano, y encima mar… amanerado de poca monta y menos talento (se acerca tanto a Ángel Armando, que este emite un grito ahogado, corre  hacia el féretro para tratar de evitarlo, pero tropieza, se golpea la cabeza y cae)
FLORENCIO, FLORENCIA Y DÉBORA: ¡Angelito!
DON SEGUNDO: ¡Nadie se mueve de aquí! Ese payaso sólo se desmayó del susto y ya se despertará…Florencia, Florecita (se acerca a su hija) ¿por qué me engañaste de esa manera? Yo que te defendí incluso de tu madre, cumplí cada uno de tus caprichos e incluso permití que te metieras con ese cantante de pacotilla que ni un hombre es… ¡Por qué! (Florencia abre la boca, tratando de articular palabra, pero no lo consigue, y de la impresión cae entre su hermano y su madre)
FLORENCIO: ¡Hermana!
DÉBORA: ¡Hijita!
DON SEGUNDO: Y tú, tú Florencio, soberbio, desagradecido ¿qué hice mal contigo Florencio? ¡Dímelo! Siempre esperé que en mi ausencia tú tomarías mi lugar en los negocios y como jefe de la familia…pero ni para eso serviste, ¡eres el hijo más vil y egoísta que ningún padre podría desear! (En ese momento toca a su hijo, el cual se ha ido poniendo en pie mientras lo escucha, pero tras el contacto, Florencio se desploma)
DÉBORA: ¡Mi príncipe!... ¡basta ya Segundo, tú estás muerto, vete y déjanos en paz a tus hijos y a mí!
DON SEGUNDO: (encarándose con su esposa) Sí, claro, claro, y también a tú Angelito ¿verdad?... ¡pues no! Si en vida me dejé manejar a tu antojo y siempre fui el borrego de ti y de tus vástagos ¡en muerte me rebelo y a ver si me lo impides!
DÉBORA: (solloza visiblemente asustada mientras Don Segundo la rodea) ¡Que es lo que quieres! ¡Dímelo ya Segundo!
DON SEGUNDO: He venido por todos ustedes, creyeron que se iban a quedar con las manos llenas y sin el viejo gruñón y despreciable ¡el paraíso! No, no Deborita mía, tu deber como la esposa fiel que eres, es acompañarme a donde yo te lo pida…incluso más allá de la muerte (Se le acerca y la besa en los labios. Ella se debate un momento y luego languidece hasta perder el sentido) Débora, Débora (la mueve pero ella no reacciona) mira que este teatrito no te servirá de nada, no te servía en vida, ahora… (Se inclina sobre el pecho de su esposa auscultando su pecho, y tras un momento abre los ojos asustado, llevándose las manos a la cabeza) ¡Ay Dios! Se me fue la  mano, creo que ahora sí la maté… ¿Será que los demás también…? (Uno por uno, Don Segundo ausculta primero a Florencio, luego a su hija y por último, casi con asco, a Ángel Armando. Al terminar,  llega de nuevo al centro de la sala y camina arrastrando los pies, visiblemente preocupado) ¡Los maté! ¡Y ahora qué hago!…ya me lo que decía San Pedro , ahora me voy a ir con todo y ellos al mismísimo infier…pero no, tengo aún un minuto más…tengo que hacer algo bueno, a ver si al menos no se me va tan hondo o me tocan menos años… lo tengo ¡el testamento! …a ver si esta vez sí se me dan los milagros (cierra de nuevo los ojos con fuerza y tras unos segundos, la luz que lo cubría, se  apaga) bueno ya está hecho, esto de la ubicuidad tiene sus ventajas, a ver que dice…            (Aparece de nuevo una luz, pero ésta vez es San Pedro)
SAN PEDRO: Ahora sí cuénteme, como le… ¡pero qué ha pasado aquí! ¡Que hizo usted Segundo!
DON SEGUNDO: Mire señor San Pedro, yo no sé ni como explicarle, ni yo mismo me lo explico…son de esas cosas que pasan y yo…
SAN PEDRO: Pero como me va a decir eso Segundo ¿Y ahora yo que hago? ¿Cómo le explico a Dios, que por cumplirle la última voluntad a un alma, terminé cortándole el hilo a otras cuatro? No, no, no…mejor dicho Segundo, espéreme un segundo a ver que puedo hacer ( la luz se apaga un momento y Don Segundo se queda esperando con cara de desahucio; tras unos momentos vuelve a encenderse) al parecer, el asunto es menos grave  de lo que me imaginé…su esposa moría un mes después a causa de un disgusto que le causaba su hijo y su yerno o su hija y su yerno…ay estos escribanos son un total enredo…y sus hijos… ¡ah! fratricidio entre ambos, por una herencia o un novio…definitivamente, que enredo…y el novio éste moría en un robo cuando iba a retirar un dinero en compañía de su… Dios como permites esto…bueno, en cualquier caso, Segundo, su culpa disminuye antes estas circunstancias, pero no lo exime totalmente, por lo cual será remitido, de forma inmediata e irrevocable al purgatorio, gracias también a lo de su buena obra de última hora
DON SEGUNDO: ¿Lo del testamento?
SAN PEDRO: Eso mismo…pero bueno, no más dilaciones, dele una última mirada a este mundo terreno y prepárese para el viaje, que no será muy cómodo, pero es mejor que lo que ya sabemos
DON SEGUNDO: (se acerca al féretro, mira al interior, sonríe y le da tres golpecitos) Fue bueno mientras duró…señor San Pedro (dirigiéndose a la luz) le encargo mucho a Inocencia y a mi Cándido
SAN PEDRO: No sé para que me lo pide, si usted ya hizo la mayor parte de ese trabajo
DON SEGUNDO: Pues sí, pero en este mundo de vivos, nunca se sabe lo que puede ocurrir
SAN PEDRO: Pierda cuidado; usted y yo no somos los únicos que les tienen puesto un ojo encima a ellos dos siempre…ahora apúrese,  ya es hora (Don Segundo mira a su alrededor una última vez, se encoge de hombros y mueve la mano en señal de despedida a los que quedan tendidos en la sala. Las luces se apagan un momento y Don Segundo sale de la escena)
(Suena varias veces el timbre de la puerta, se enciende primero la luz de la cocina e Inocencia sale de ella siempre llevando a Cándido en sus manos para ir a atender)
INOCENCIA: ¿Y esto? (tantea en la pared buscando el interruptor) es que definitivamente no… ni siquiera fueron capaces de dejarle una velita a Don Segundo para que no se quedara a oscuras y encima se fueron todos y lo dejaron aquí solito, pobrecito (al fin lo consigue y al verlos a todos tendidos se recuesta en la puerta impresionada, a punto del desmayo) ¡Virgen Santísima! (nuevamente suena el timbre e Inocencia mira hacia la puerta y luego hacia el suelo varias veces sin decidirse. Finalmente, muy despacio, evitando pisar a los ¨desmayados¨, llega hasta la puerta) ¿Quién es?
ABOGADO: (desde el otro lado) Soy yo Inocencia, Justo, el abogado de don Segundo ¿podría abrirme por favor? (Inocencia abre la puerta muy despacio)
INOCENCIA: Menos mal es usted dotor…sino quien sabe
ABOGADO: Por qué dice eso Inocencia ¿ocurre algo? (Inocencia le hace un gesto con la cabeza al abogado para que se fije en la escena en el suelo detrás de ellas)
ABOGADO: ¿Qué pasó aquí Inocencia?
INOCENCIA: Eso mismito me pregunto yo… ¿no será que se…?
ABOGADO: No diga eso Inocencia, eso sí sería una tragedia… una familia ejemplar, unida, casi perfecta como la de don Segundo, no podría terminar de este modo
INOCENCIA: Nunca se sabe dotor…las cosas que una ve (el abogado pone expresión de que reprueba lo que insinúa Inocencia y con mucho cuidado ausculta uno por uno a los yacientes. Luego, extrañado y casi resignado, vuelve al lado de Inocencia)
ABOGADO: Pues tenía usted razón; efectivamente, todos han fallecido, aunque aun no me explico las circunstancias (suspira apesadumbrado) bueno, creo que mi deber, mi último deber para con ellos, es organizar el sepelio…es lo menos que puedo hacer (se dispone a salir nuevamente, cuando cae en la cuenta de él documento que ha tenido todo el tiempo en su mano derecha) casi lo olvido…aunque ya ni viene al caso
INOCENCIA: ¿Y ese papelito? Ah era eso lo que tenía tan alborotados a todos estos…a los patroncitos, que Dios los tenga en su gloria (y en tono bajo) o al menos los perdone
ABOGADO: (mira extrañado a Inocencia) Sí, debe ser el mismo; se trata del testamento de don Segundo
INOCENCIA: Con razón tanta alharaca…citico don Segundo ¿y  a quién le habrá dejado todas sus cositas? Y hartas que deben de ser, porque con lo que ese santo varón se mataba trabajando… ¿usted sabe dotor?
ABOGADO: Sí Inocencia, yo mismo redacté ese documento según lo dispuesto por don Segundo
INOCENCIA: Y no será que le pue…que le podemos echar un ojito, un segundito no más, para saber si de pronto don Segundito me tenía entre sus afectos
ABOGADO: (Sonríe ante la insinuación) Sí, supongo que ahora que no hay nadie más que lo escuché o quiera oponerse… (Sostiene el documento y empieza a leer con propiedad. Inocencia escucha atentamente) Yo, Segundo Rico Plata, dispongo la distribución de mis bienes de la siguiente manera (en ese momento el abogado se detiene y mira hacia el papel extrañado, casi sin creer lo que dice éste) no puede ser…ésta cláusula no estaba aquí
INOCENCIA: ¿qué?
ABOGADO: Inocencia, según lo consignado en la última parte del testamento, la cual no recuerdo haber redactado y que dice lo siguiente ¨en caso de que ningún miembro de mi familia subsista al momento de mi muerte ¨,lo cual aplica en este caso pues a parte de los presentes, don Segundo no contaba con ningún otro familiar, ¨sólo una persona, podrá disponer de la totalidad de mis bienes, mi más fiel servidora, quien por tanto, deberá  seguir cuidando, como hasta ahora, de mi  fiel compañero, Cándido¨
INOCENCIA: (Apretando  a Cándido contra su pecho, tanto que éste gime y ella los suelta un poco) Cándido…dotor, entonces yo…
ABOGADO: Sí Inocencia, usted es la legítima heredera de don Segundo…usted y Cándido, claro está (Inocencia abraza de nuevo a Cándido, luego al abogado y finalmente se pone a bailar con Cándido. Al volver a recordar la situación, se echa de pronto a llorar) ¿pero qué le pasa ahora Inocencia?
INOCENCIA: Ay dotor, es que yo aquí celebrando y mi patroncito ahí, en la caja todavía
ABOGADO: No tiene porque apenarse, yo comparto su dolor, pero también entiendo su alegría, Inocencia… ¿Por qué mejor no me ayuda a ocuparme de el asunto más inmediato y luego yo me encargo del suyo?
INOCENCIA: (enjugándose) Mande usted dotor
ABOGADO: Por lo pronto, necesito que se vista para el funeral de don Segundo y llame a la funeraria, yo me encargaré mientras tanto de tramitar cuanto refiere a sus demás familiares
INOCENCIA: Con permiso dotor
ABOGADO: Siga  Inocencia
 (En la sala de la casa, ahora en orden, hay un par de maletas y una bolsa para mascotas; la puerta de la cocina se abre y aparece Inocencia, con traje nuevo, completo y muy colorido, apropiado para un viaje al mar y entre sus manos lleva a Cándido, al parecer recién salido de la peluquería)
INOCENCIA: Ay mi Candidito guapetón ¡mire no más como nos cambió la vida de un día para otro!...o de una semana a otra más bien (levanta en alto a Cándido y da vueltas con él) pero bien merecido nos teníamos este gustico…después de tanta vida de perros…jejeje…de perros… porque eso era lo que nos hacía pasar doña Débora, que en paz descanse, ah (suspira) el que si hace una falta es don Segundito… él también habría tenido que venirse con nosotros a este viaje a conocer el mar, tanto que decía que le gustaba, cuando se quedaba mirando lelito el televisor… ¿ se acuerda mi Cándido lo que decía? ¨algún día, Ino, algún día¨ y ya ve, se lo llevó Diosito antes de que se le cumpliera el deseo, aunque… ¡a lo mejor desde allá se ve todo más clarito y más bonito, al fin al cabo es el cielo!, quién sabe…hasta puede que  don Segundo nos haya salido adelante y ya lo conozca, o hasta allá arriba tengan un mar más bonito…quién sabe Candidito, pero bueno, ya lo sabremos cuando nos llegue la hora y entonces le vamos a chicanear a don Segundo nuestro paseo y también a agradecerle por ser tan bueno con nosotros… ¿listo para irse mi Cándido? (Cándido ladra alegremente en señal de asentimiento) pues entonces no se diga más (Inocencia le da un beso a Cándido y le deposita en la bolsa para mascotas) ¡ váaaamonos! ( le echa una última mirada a la casa, toma las maletas y sale)
FIN



No hay comentarios:

Publicar un comentario