LA HERENCIA
(Yeni Zulena Millan Velasquez)
Personajes
Don
Segundo Rico, jefe de la familia, recientemente fallecido.
Doña
Débora Dora de Rico, viuda de don Segundo.
Florencio,
hijo de los señores Rico, pintor sin mucho prestigio.
Florencia,
hija de los señores Rico, hermana melliza de Florencio, estudiante de música.
Ángel
Armando, novio de Florencia, actor ocasional, vocalista de una banda
desconocida.
Inocencia,
empleada del servicio.
El
doctor Justo Blanco, abogado de la familia.
San
Pedro, encargado de las llaves del cielo.
Cándido,
el perro de don Segundo.
Escenario dividido en dos cuartos por una puerta; en la
porción derecha, menor que la contraria, se encuentra una cocina, en la derecha
la sala de una casa de clase media- alta. En el centro de esta un ataúd y junto
a él, don Segundo aparece con túnica blanca y halo mirando apesadumbrado al
interior del mismo.
DON SEGUNDO: (suspirando) Ni siquiera así me veo bonito, y eso que dicen que
ningún muerto es malo y que a todos se les nota en la cara la visión del
paraíso…bueno, al menos Deborita supo como arreglarme para que quedara decente…
tan bella, tan fiel…siempre aguantándose mis llegadas tardes después del
trabajo ¡ay Deborita mía! ( Don Segundo
se vuelve al escuchar el ruido de la puerta que se abre y al ver que son su esposa, sus
hijos y Ángel Armando, el novio de su hija, quienes llegan, vestidos todos de
luto, va a su encuentro)
DOÑA DÉBORA: (levantándose el velo oscuro que le cubre el rostro y apoyándose en el
ataúd, solloza. Don Segundo, quien la ha seguido, se acerca para abrazarla sin
llegar a hacerlo. Los demás se distribuyen a lado y lado del féretro.)
¡Segundo, Segundito, por qué me dejaste!
FLORENCIO: (Se acerca a su madre y la abraza. Ella se reclina en el pecho de su
hijo) Madre, cálmate por favor, no tienes por que lamentarte, siempre
fuiste la más fiel y abnegada de las esposas, nunca le diste un motivo de
disgusto y eso que hasta el último momento fue un gruñón…contigo y conmigo
DOÑA DÉBORA: (Apartándose de su hijo al escucharlo) ¡Calla Florencio!...al menos
en este momento muestra un poco de respeto por tu padre, él te amaba, al igual
que a tu hermana
FLORENCIO: (Despectivo, mirando un momento el féretro y luego volviéndole la
espalda) Pues bien que lo sabía disimular conmigo…a ella en cambio (señala a su hermana) siempre le dio todo
lo que se le antojaba, claro ¡Florecita, la niña de sus ojos!
FLORENCIA: (Se acerca a su hermano y tomándole de la mano le hace volverse hacia
ella) ¡No deberías hablar así de nuestro padre!...acepto que a veces no era
muy amable contigo, sobre todo después de que dejaste la carrera de
Arquitectura y te volviste…pintor, pero él siempre te apoyó, incluso te siguió
pasando la mensualidad y pagándote el alquiler, aun cuando no quisiste aceptar
el trabajo que te ofreció
FLORENCIO: ¿Trabajo? ¡Ja! No me hagas
reír, ¿ser mensajero en una compañía que maneja más de cincuenta obreros y
produce varios millones al mes y de la que además por derecho, soy accionista?
Eso no era un trabajo, era un insulto, además (dice con autosuficiencia) lo mío es el arte, algo que el viejo
nunca comprendió y al parecer tampoco ustedes (sale por la puerta y su madre tras él)
(En el lado
izquierdo, casi en sombras, permanece Florencia junto al féretro y Ángel Armando
consolándola. En la cocina, se encuentran Florencio, Débora y don Segundo,
quien los ha seguido)
FLORENCIO: (Vuelto de espaldas a Débora) déjame sólo madre…pensé que al menos
en este momento estarías de mi parte, pero ya veo que otra vez me equivoqué ¡ve
a consolar a tu hijita querida! ella sí te necesita
DÉBORA: (Se acerca a él y lo abraza desde atrás) Shhh…no debes ofuscarte de
ese modo mi niñito, al menos no delante de tu hermana, ya sabes como es ella,
además (lo hace volver hacia ella y le
toma la barbilla entre sus manos) tú sabes bien que siempre has sido mi
preferido, y que como tú, mi príncipe hermoso esperaba justo este momento, así
que ayúdame un poco y no lo eches a perder
(Don Segundo,
siempre cerca de ellos, pone más atención a la
extraña conversación)
FLORENCIO: Lo sé madre, pero ya sabes
que no la soporto, siempre está provocándome, y ahora que papá ya no está, no
tengo ni ganas ni motivos para soportarla más
DÉBORA: Créeme Florencio, yo siento
lo mismo que tú…Florencia también es mi hija, pero a parte de el buen gusto y
la justa belleza, no tiene nada de mí…por eso debemos estar unidos en este
momento, para no dejar que ella se lleve la mejor parte de… (Don Segundo se acerca aún más aguardando la
revelación de lo que sospecha)
INOCENCIA: (Entra cargando un perrito) Ay citico mi Cándido, ¡ya huerfanito se
quedó!
DÉBORA: ¡Pero que hace Inocencia!
cuántas veces le tengo que decir que no me meta a ese…a ese chandoso a la
cocina
INOCENCIA:(tratando de ocultar al perrito) misiá Débora, perdóneme, pero es
que el animalito también esta triste, imagínese que no hace sino gemir y gemir,
como que ya se dio cuenta de lo de don Segundo y me dio pesar dejarlo solito en
su pena (don Segundo se acerca a
Inocencia y mira piadosamente a ella y a Cándido )
DÉBORA: Que pesar ni que ocho
cuartos ¡señor dame paciencia para aguantarme esta india!...mire, haga algo,
barra, limpie, pro-duz-ca que para eso se le paga
(Suena el timbre de
la puerta, todos se ponen atentos, en silencio, pero nadie abre)
DÉBORA:( Reaccionando al fin y dirigiéndose a Inocencia) Y usted qué
INOCENCIA: Qué de qué o qué
DÉBORA: Por qué sigue ahí parada
INOCENCIA: Pues como usted me estaba
dando tanta instrucción misiá Débora…perdón doña Débora, ya no sé ni a que
atenderle
FLORENCIO: Mire Inocencia, por ahora, vaya
y abra la puerta que debe ser el doctor Blanco
DÉBORA: (notoriamente interesada cambiando de semblante y componiéndose el
vestido y el peinado) ¿el doctor Justo Blanco? ¿Nuestro abogado, bueno, al
abogado de tu padre?
FLORENCIO: El mismo. Hace un rato hablé
con él y me dijo que llegaría lo más pronto posible… para organizarlo todo (don Segundo mira a su hijo y a su esposa
desconcertado)
DÉBORA: Pero que hubo ¡muévase
Inocencia que se petrifica!
(Inocencia cruza la
puerta aún con el perrito en brazos. Se enciende la luz de la sala y mientras
ella se mueve, los demás, incluyendo a don Segundo se van acercando a la puerta
tras ella)
INOCENCIA: (asomándose primero por el ojo de buey, luego por una ventana y abriendo
al fin) Ay dotor ¡se nos fue don Segundito!
ABOGADO: (entra y trata de consolar a Inocencia que parece a punto de echarse a
llorar) Tranquila Inocencia, Segundo está ahora en un mejor lugar, pero eso
no quiere decir que haya dejado desamparados a ninguno de los suyos, para eso
estoy aquí, para cumplir con lo que él deseaba respecto a ustedes
DÉBORA: (interponiéndose entre el abogado e Inocencia) Doctor Blanco, que
pena con usted, tener que aguantarse las insolencias de esta…empleada… (Lo toma del brazo y lo hace avanzar unos
pasos) pero siga por favor, díganos ¿cuál es el asunto que lo ha traído
hasta aquí? En este momento tan doloroso, sus
palabras y su presencia nos resultan consoladoras
ABOGADO: (deshaciéndose de la mano de Débora y tomando distancia) Pues vera
usted, señora Débora Dora, el asunto que reclama mi presencia en su hogar,
además de acompañarlos en el duro trance que significa la partida de don
Segundo, que además de mi cliente, ante todo fue siempre mi amigo… (Don Segundo mira al abogado afectuosamente
tras oír sus palabras y le da un palmadita en el hombro)
INOCENCIA:( Interrumpe) Alma bendita, Dios lo tenga en su Santa Gloria
FLORENCIO: Amén, Inocencia, amén… puede
continuar doctor, por favor
ABOGADO: Como les decía, el motivo de
mi visita se debe a que don Segundo, consciente de que su salud venía
quebrantándose desde hace algunos meses…
INOCENCIA: (interrumpe)Yo si le decía al patroncito que esa tos, era pura tos
de perro… ese sereno de la noche que le caía, cuando la acompañaba a usté misiá
Débora al tal club, no le iba a traer nadita bueno, pero usted siempre se lo
arrastraba y ya ve, ni porque se la hubiera rayado…
DÉBORA: ¡Inocencia, Inocencia! ¿Por
qué mejor no le trae un cafecito al doctor Justo y aprovecha también para darle
de comer al…perrito?
INOCENCIA: ¿Cafecito dotor?
ABOGADO: Sí, Inocencia, muchas
gracias
INOCENCIA: Con su permiso
DÉBORA: Siga, siga y acuérdese de
llevar al chan… al perrito (Sale
Inocencia con el perrito y entran en la cocina) prosiga por favor doctor
ABOGADO: Sí claro señora
Débora…aunque si gusta podemos dejar este asunto para otro momento, comprendo
su dolor, está tan reciente la muerte de don Segundo…
DÉBORA: Noooo…no, no, no se preocupe
por mi doctor, usted vino para cumplir las disposiciones de mi difunto (solloza) de mi amado esposo, y no
quiero, no queremos abusar de su tiempo, usted un hombre tan ocupado tomarse
semejante molestia…por favor, díganos, ¿qué es lo que Segundito le encomendó
hacer en su ausencia?
ABOGADO: Bueno, ya que usted me lo
pide, se lo diré señora Débora: se trata del testamento
(El resto de los
presentes se miran entre sí en principio notoriamente interesados, casi felices
y luego tratando de disimularlo, retornan a su tristeza anterior)
DÉBORA: (Llevándose las manos al pecho, aparentemente conmovida, suspira)
Segundo, Segundo mío, ni siquiera en tus últimos momentos te olvidaste de
nosotros… ¿Y qué dice el testamento, doctor?
ABOGADO: Eso no lo puedo revelar,
sino hasta que usted misma me lo autorice ¿quiere hacerlo en este…?
DÉBORA: (interrumpe con notoria prisa) Claro doctor, lo autorizo
ABOGADO: Muy bien (empieza entonces a buscar el documento en el
interior de su portafolio, pero tras un momento vuelve a cerrarlo)
DÉBORA: ¿Pasa algo doctor?
ABOGADO: Así es…discúlpeme señora
Débora, creo que olvide el documento en mi despacho, si quiere puedo regresar
mañana o si lo prefiere podría ir ahora por él…pero me apena tener que hacerlos
esperar, con este tráfico…
DÉBORA: Tranquilo doctor, tómese
usted el tiempo que necesite, nosotros
lo esperamos
ABOGADO: Está bien, trataré de volver
pronto, permiso (sale de la escena)
FLORENCIA: Madre, no entiendo tu
premura respecto a ese dichoso testamento…sabes bien que mi padre no te dejaría
desamparada, ni a ninguno de nosotros
FLORENCIO: Ni a ti, querrás decir
ÁNGEL ARMANDO: Florecita, tranquila, no
tienes porque cuestionar a tu madre…ella simplemente quiere asegurar tu
bienestar y el de mi cuñado
DÉBORA: Así es mi chiquita (se
acerca a Florencia y la atrae contra ella. Mientras tanto, le hace un guiño a
Ángel sin que sus hijos lo noten. Don Segundo la mira incrédulo)
FLORENCIO: ¡No me aguanto este circo! (camina rumbo a la cocina) me avisan en
cuanto llegue el doctor Blanco
ÁNGEL ARMANDO: Yo también las dejo solas
para que hablen; además necesitó un buen café (entra en la cocina detrás de Florencio)
FLORENCIO: ¿Qué haces tú aquí?
ÁNGEL ARMANDO: (Se le acerca y le toma la mano. Florencio deja que lo haga, pero lo
mira indignado) No te pongas así conmigo corazón (le acaricia el rostro y Florencio cede un poco en su actitud) tu
hermana es una malcriada y la mejor manera de controlarla es estar siempre
cerca de ella ¿no querrás que en una de sus pataletas convenza al abogadito ese
de que es ella quien se merece la mayor parte de la herencia?
FLORENCIO: No, claro que no…es sólo que
me enferma tener que verla contigo todo
el tiempo
ÁNGEL ARMANDO: Lo sé, lo sé…créeme, yo
tampoco lo disfruto mucho, pero tú sabes que ya queda poco tiempo…sólo el
suficiente para desplumarla e irnos
juntos…
FLORENCIO: ¿A Paris, cómo lo planeamos?
ÁNGEL ARMANDO: A donde tú quieras
(Se abrazan y
cuando están a punto de besarse, entra Inocencia que se queda mirándolos consternada)
FLORENCIO: (Separándose de Ángel con rapidez) ¡Y usted que mira!, mejor
prepárenos un café a mi y a mi cuñado… y a ver si lo hace rápido, no como el
del doctor Blanco, con el que nunca apareció
INOCENCIA: (Empezando a buscar los utensilios para hacer el café. Susurrando)
Las cosas que a una la toca ver…
ÁNGEL ARMANDO: ¿Qué dice?
FLORENCIO: No le prestes atención,
mejor vamos a acompañar a mi madre y a mi hermanita, que ya de viejos fisgones,
con mi padre tuve suficiente…nos lleva el café (salen de la cocina y entran en la sala)
INOCENCIA: Citico Don Segundo, con esa
fiera de mujer que le tocó y ahora también el hijo le sale con esas…con razón
no le tenía cariño, ni a ese, ni al zángano cari bonito de su yerno, que de Ángel no tiene sino el nombre (en ese momento se escuchan los ladridos de
Cándido) ¡Y usté Cándido que tampoco ayuda! Siga así, y verá que nos sacan
a la calle a los dos (ladra de nuevo)
a ver que es lo que quiere mi mimadito (sale)
(En la sala)
DÉBORA: (Sosteniendo a Florencia que parece querer desmayarse) Angelito, por
favor, llévala a la cocina y que Inocencia le prepare una de esas aguas que
ella hace
ÁNGEL ARMANDO: (Abrazándola mientras Florencio le acaricia por la espalda. Don Segundo
los mira asombrado) Claro doña Débora… ¿Seguro que puedes caminar Florecita?
(Florencia asiente
y van hacia la cocina. Don segundo sale tras ellos, preocupado)
ÁNGEL ARMANDO: No, y ahora que se hizo tu
empleada
FLORENCIA: Tranquilo mi bombón, no
tengo nada, lo único que quería era quitarme de encima a mi madre que parece un
pulpo y casi me asfixiaba…y ya necesitaba estar contigo… a solas (se le abraza a cuello y empieza a besarlo
apasionadamente)
ÁNGEL ARMANDO: Espera, espera, ya tendremos
mucho tiempo para eso… hay que guardar las apariencias…al menos hasta que se
lea el testamento y tú y yo al fin podamos estar juntos, felices, sin tener que
preocuparnos por nada
FLORENCIA: Apariencias… ¡ya estoy
cansada de guardar las apariencias! …ante mi padre siempre tuve que ser la niña
buena, la mejor estudiante, inocente, tonta, virgen…jeje…virgen (dice mirando maliciosamente a su novio)
menos mal nunca se enteró de que tú y yo… (Don
Segundo mira a su hija incrédulo y apesadumbrado)
ÁNGEL ARMANDO: Shhh…cuidado Florencia,
recuerda que las paredes y las empleadas tienen muchos oídos
FLORENCIA: No te preocupes mi chu-pe-te de
fresa…como mínimo, la eficiente de Inocencia debe estar ocupándose del garosito
ese que papá adoptó, y que quería más que al pobre de Florencio (ríe burlonamente) ¡ay mi hermanito el
artista!…si hubiera sido más inteligente y le hubiera seguido la corriente a
papá, seguramente habría conseguido sacarle más dinero…así como lo hicimos
nosotros
ÁNGEL ARMANDO: ¿Tú crees que nunca llegó a
sospechar? (Don Segundo se acerca para
escuchar la conversación que ahora toma un tono confidencial)
FLORENCIA: No, no lo creo…papá siempre fue un
tanto ingenuo, demasiado diría yo; nunca se le ocurrió averiguar si de veras yo
estaba asistiendo a la universidad…además nuestros amigos siempre eran la mejor
coartada
ÁNGEL ARMANDO: (Ríe)
sí, era lo mínimo que podían hacer por ti, por nosotros, además las fiestas que
hacíamos con la plata de tu semestre ¡que fiestas!
FLORENCIA: Sí…pero las mejores eran las
privadas…solos tú y yo (se le acerca de nuevo a Ángel y él se deja llevar por
la situación. Don Segundo mira apesadumbrado e incrédulo a su hija)
INOCENCIA: (Entra,
se queda observándolos con los ojos muy abiertos y se santigua, carraspea para
anunciar su presencia) Ave María purísima ¿la niña Florencia necesita algo?
ÁNGEL ARMANDO: (Simulando
que la sostiene y Florencia fingiendo un desvanecimiento) Pues claro que
necesita algo ¡no ve!, traiga una silla, prepárele algo una aromática, un té ¡pero ya!
INOCENCIA: Espere tantico joven (sale un momento y aparece con una silla)
Siéntela aquí que ya le hago una agüita de canela para volverle los colores,
pero usted debía de llamar al médico por si la niña se pone más malita
ÁNGEL ARMANDO: No diga eso Inocencia ¡no sea
paranoica!, lo que Florecita tiene es estrés, sólo eso
INOCENCIA: Luego no diga que no se lo advertí
(Ángel Armando mira a Florencia que le guiña
el ojo indicándole que le siga la
corriente a Inocencia y luego sale tras hacerle gestos a la empleada que se
encuentra de espaldas, como si tuviera la intención de estrangularla)
INOCENCIA: (Con
un pocillo en una mano y con la otra sosteniéndole la cabeza a Florencia)
Tómese el agüita niña, con esto se va a sentir mejor, mire que hasta su
padrecito lo decía
FLORENCIA: (Empezando
a sorber sin mucha convicción) Gracias Ino
(Sala)
ÁNGEL ARMANDO: Inocencia dice que deberíamos llamar
al médico
FLORENCIO: Por Dios, nos es para tanto, a mi
hermana siempre le ha gustado el drama y este no es otro más que uno de sus
showsitos para llamar la atención
ÁNGEL ARMANDO: Díselo tú a Inocencia, ella es la
que está insiste en que Florencia está a punto de acompañar a don Segundo
DÉBORA: Por favor Ángel Armando ¡no digas
eso ni en broma!, ya suficiente dolor tengo con la falta que me hace mi
Segundo…ve Florencio, dile a Inocencia que se tranquilice, que lo de tu hermana
no es nada serio, y que de ser preciso mañana yo misma la llevo al médico
FLORENCIO:
¡Pero mamá!
DÉBORA: Ve, hazme caso (Florencio enfurruñado va a la cocina)
DÉBORA: Cuidadito con esos mareos Angelito,
yo no pienso convertirme en abuela, no estando tan joven aún, y menos si el
padre de ese…mocoso, eres tú
ÁNGEL ARMANDO: (Tomándola
en sus brazos arrebatadamente) ¿qué, mi devoradora está celosita?
DÉBORA: (Intentando desasirse medio en serio
medio en broma) ¿cómo te atreves? (Ángel la besa en el cuello) además esa niña
no es competencia para mí, no me da ni a los pies ¿o es qué piensas lo
contrario?
ÁNGEL ARMANDO: Para nada mi pantera, ella apenas
ronronea, en cambio tú…
DÉBORA: Yo…vamos dilo, dilo mi angelito
ÁNGEL ARMANDO: Tú ruges mi pantera (don Segundo, quien había estado durante ese
rato con su hija, entra y al ver aquella escena, se acerca a los amantes y
enfurecido trata de golpearles, claro está sin conseguirlo)
FLORENCIO: (Desde
la cocina) ¡Madre!
DÉBORA: (acomodándose
el vestido y desasiéndose de Ángel Armando) Pero este bendito día es el de
los inoportunos ¡que ocurre hijito!
FLORENCIO: ¡Ven por favor! A Inocencia se le
olvida quien es la que manda en esta casa
(Débora y Ángel se miran como consultando que
hacer, se encogen de hombros y van hacia la cocina)
DON SEGUNDO: (A
solas, en el centro de la sala, delante del féretro) ¿Pero cómo es posible
que no me haya dado cuenta?...bien me lo dijo mi madre cuando le presenté a
Débora ¨esa no es Débora sino Víbora¨…. cuanta razón tenía mi viejecita y yo
que no la escuché…y estos hijos, que de mí no sacaron sino el apellido y el
dinero que yo tan tontamente les entregué…igualitos a su madre ¨Cría cuervos y
te sacarán los ojos¨…pero ya que, el muerto al hoyo y el vivo al baile, pero
esta jauría ni siquiera esperó hasta enterrarme para empezar a celebrar…si
tuviera la oportunidad los dejaría con los crespos hechos y sin un centavo de
la herencia, pero cómo ¡cómo!
(Sobre don Segundo, se enciende una luz
blanca y de ella al parecer sale una voz)
SAN PEDRO: Segundo Rico…no me lo esperaba de
usted, siempre fue en vida un alma sosegada, pacifica, nunca nos dio que hacer:
esposo fiel, padre amoroso, jefe honrado y justo, ciudadano intachable ¿a que
debemos tanto alboroto ahora que está a
un paso del paraíso?
DON
SEGUNDO: (un tanto apenado ante el comentario) Usted me perdonará señor San
Pedro, pero ante lo que he visto hoy, estoy que me llevan los diablos ¡si no es
que yo mismo me vuelvo uno y me arrastró a todos los que están en esta
casa!...bueno, no a todos, ni a Inocencia que es tan santa como usted, ni
tampoco a mi fiel Cándido, que fueron los dos únicos a quienes si les dolió mi
muerte
SAN PEDRO: ¡Calma, calma Segundo! ¿No ve que
Dios puede escucharle y tomándole como hereje cambiarle el pasaje y mandarlo a
usted derechito para donde…usted y yo bien
sabemos? …piénselo usted mejor, y a lo mejor entre ambos le encontramos
una solución a este asunto
DON SEGUNDO: (Se
queda pensando en silencio por unos momentos, tras los cuales, la cara se le
ilumina, como si le hubiese surgido una idea) Lo tengo… ¿me concedería
usted cinco minutos, sólo cinco minutos más entre los mortales?
SAN PEDRO: No, no, no, nada de apariciones, eso
no trae buenos resultados, ni tampoco buena fama para los que estamos de este
lado, aunque…me intriga ¿con qué fines usaría esos cinco minutos don Segundo?
Sólo por curiosidad… aquí en el cielo todo es tan predecible, que a veces
necesitamos un poco de ese picante que le ponen los humanos a sus cosas
DON SEGUNDO: Le aseguro que no es para
nada malo, señor San Pedro; simplemente quiero despedirme personalmente de mi
familia, usted sabe, la última vez, antes de la eternidad…
SAN PEDRO: (Al parecer duda) mmmmm, no lo sé, parece un deseo inofensivo, no
causaría ningún mal ¿verdad?
DON SEGUNDO: ¡Por supuesto que no!, no
voy a arriesgar mi entrada al cielo, tanto que me costó
SAN PEDRO: Bueno, esta bien, se los voy
a conceder ¡pero debe prometer que no se lo va a decir a ninguna otra alma!
Luego ya todos van a querer lo mismo y se forma el desbarajuste
DON SEGUNDO: Prometido, mi boca está
sellada, como una tumba (ríe)….muchas
gracias señor San Pedro
SAN PEDRO: En usted confío, espero
verlo pronto y sin ninguna novedad, me voy porque ya hay una fila larga de
almas ante las puertas y quieren armar revuelo ¡hasta luego Segundo!
DON SEGUNDO: Hasta luego señor (la luz se apaga) ahora sí se van a
llevar un buen susto… no lo van a olvidar jamás
DÉBORA: (entrando, mientras mira hacia la cocina) ¡Esta bien, esta
bien! Usted quédese aquí en la casa a esperar al doctor Blanco que
nosotros nos hacemos cargo… ¡Que india
tan terca!
FLORENCIA: (Entre Ángel y Florencio, que le ofrecen apoyo mientras ella se rehúsa)
Mamá, estoy bien, no necesito ningún médico
DÉBORA: Eso no es lo que cree
Inocencia, ¨tu nana¨, y es mejor
llevarle la corriente, ya ves como el doctor Blanco le hace caso…y no hay que
correr riesgos
FLORENCIO: Al menos debemos simular que
le hicimos caso para dejarla tranquila…y también para que nos deje
tranquilos…brrrrr (tirita de pronto) que
frío hace aquí adentro, ¿no lo sienten?
DÉBORA: Ahora que lo dices sí…pero
es sólo aquí, en la sala, en la cocina el clima estaba normal, tan agradable
como Inocencia lo permitía… ¿Será que tu padre…?
FLORENCIO: Ay no mamá, no vayas a
empezar con tus supersticiones
FLORENCIA: ¿Y qué tal si mamá tiene
razón?...si papá estuviera aquí, escuchándonos, viéndonos…
FLORENCIO: Fisgoneando como siempre (Todos empiezan a mirar nerviosamente a su
alrededor. De repente, la puerta de la cocina que había quedado entrecerrada,
se cierra con un fuerte golpe y el viento empieza a aullar. En medio de la
confusión, Débora se abraza con Florencia y Florencio con Ángel, luego Débora
con Ángel y Florencia con Florencio hasta quedar finalmente, Débora abrazada
con su hijo y Florencia con su novio)
FLORENCIA: Escucharon eso
ÁNGEL ARMANDO: (nerviosamente) ¡Claro que sí Florecita, ni que estuviéramos sordos!
FLORENCIO: (tratando de parecer tranquilo) Calmémonos, no hay porque
alarmarse…ha debido ser Inocencia y su manía de andar azotando las puertas…es
más, ya mismo la voy a poner en su sitio (se acerca a la puerta, pero al
intentar abrirla, no lo consigue, pues Don Segundo la sostiene) está vez la
hizo buena…debió trabar la cerradura y ahora encima tendremos que buscar un
cerrajero
DÉBORA: (acercándose a su hijo) ¿Estás seguro que sólo es la cerradura?
FLORENCIO: Obviamente es la cerradura
¿Qué más podría ser…? (En ese momento, Don Segundo toma por la
oreja derecha a Florencio y se la hala, haciéndole doblar la cabeza a un lado)
¿Pa-pá…?
DÉBORA: ¿Qué has dicho? (Don Segundo se acerca a Débora y tomándola
desde atrás por la cintura la da un beso en el cuello) ¿Se-Se-Segundito?
ÁNGEL ARMANDO: (con la voz algo amanerada, debido a la angustia) ¡No más, no más! (Todos lo miran extrañados. Al darse cuenta
de su traspié, trata de remediarlo) ¿no ven que están asustando a mi
Florecita?
FLORENCIA: Papito ¿eres tú? (Don Segundo se acerca a la pareja y los
separa con brusquedad)
ÁNGEL ARMANDO: (Sin conseguir disimular más su verdadera condición) ¡Ay no, ay no,
lo que soy yo, me largo de aquí (corre
hacia la puerta principal y trata de abrirla, pero Don Segundo se lo impide y
en cambio le propina una bofetada que lo lanza al piso a los pies de Florencia)
¡Ay no Don Segundo, a mi no me haga nada!...lléveselos a ellos, ellos sí son su
familia, yo sólo soy un aparecido, un advenedizo como usted decía…!
FLORENCIA: ¡Pero que dices, te has vuelto loco o qué!
DÉBORA: Más bien loca (comenta Débora mirándolo entre dolida y
asustada)
FLORENCIO: (Se acerca a Ángel y le ayuda a incorporarse) ¡Basta!, déjenlo en paz,
todo esto es producto de ésta situación descabellada…y tú, papá, si es que en
verdad te crees lo suficientemente valiente para molestarnos con tus patéticas
bufonadas de fantasma, ¡muéstrate de una vez y dinos lo que quieres! ( Ante las palabras de Florencio, Don Segundo
cierra un momento los ojos con fuerza y luego aparece bañado de una luz blanca,
lo que lo hace visible ante todos los presentes, que se quedan viéndolo con
ojos desorbitados, a tiempo que todos juntos caen de rodillas)
DÉBORA: ¡Segundo!
DON SEGUNDO: (avanzando unos pasos hacia ellos) Sí, Segundo, Segundo Rico Plata,
tu esposo, el padre de esos hijos (los señala) el mismo que tú traicionabas con
este (señala a Ángel) pelafustán, zángano, y encima mar…
amanerado de poca monta y menos talento (se
acerca tanto a Ángel Armando, que este emite un grito ahogado, corre hacia el féretro para tratar de evitarlo,
pero tropieza, se golpea la cabeza y cae)
FLORENCIO,
FLORENCIA Y DÉBORA:
¡Angelito!
DON SEGUNDO: ¡Nadie se mueve de aquí! Ese
payaso sólo se desmayó del susto y ya se despertará…Florencia, Florecita (se acerca a su hija) ¿por qué me
engañaste de esa manera? Yo que te defendí incluso de tu madre, cumplí cada uno
de tus caprichos e incluso permití que te metieras con ese cantante de
pacotilla que ni un hombre es… ¡Por qué! (Florencia
abre la boca, tratando de articular palabra, pero no lo consigue, y de la
impresión cae entre su hermano y su madre)
FLORENCIO: ¡Hermana!
DÉBORA: ¡Hijita!
DON SEGUNDO: Y tú, tú Florencio,
soberbio, desagradecido ¿qué hice mal contigo Florencio? ¡Dímelo! Siempre
esperé que en mi ausencia tú tomarías mi lugar en los negocios y como jefe de
la familia…pero ni para eso serviste, ¡eres el hijo más vil y egoísta que
ningún padre podría desear! (En ese
momento toca a su hijo, el cual se ha ido poniendo en pie mientras lo escucha,
pero tras el contacto, Florencio se desploma)
DÉBORA: ¡Mi príncipe!... ¡basta ya
Segundo, tú estás muerto, vete y déjanos en paz a tus hijos y a mí!
DON SEGUNDO: (encarándose con su esposa) Sí, claro, claro, y también a tú
Angelito ¿verdad?... ¡pues no! Si en vida me dejé manejar a tu antojo y siempre
fui el borrego de ti y de tus vástagos ¡en muerte me rebelo y a ver si me lo
impides!
DÉBORA: (solloza visiblemente asustada mientras Don Segundo la rodea) ¡Que
es lo que quieres! ¡Dímelo ya Segundo!
DON SEGUNDO: He venido por todos ustedes,
creyeron que se iban a quedar con las manos llenas y sin el viejo gruñón y
despreciable ¡el paraíso! No, no Deborita mía, tu deber como la esposa fiel que
eres, es acompañarme a donde yo te lo pida…incluso más allá de la muerte (Se le acerca y la besa en los labios. Ella
se debate un momento y luego languidece hasta perder el sentido) Débora,
Débora (la mueve pero ella no reacciona)
mira que este teatrito no te servirá de nada, no te servía en vida, ahora… (Se inclina sobre el pecho de su esposa
auscultando su pecho, y tras un momento abre los ojos asustado, llevándose las
manos a la cabeza) ¡Ay Dios! Se me fue la
mano, creo que ahora sí la maté… ¿Será que los demás también…? (Uno por uno, Don Segundo ausculta primero a
Florencio, luego a su hija y por último, casi con asco, a Ángel Armando. Al
terminar, llega de nuevo al centro de la
sala y camina arrastrando los pies, visiblemente preocupado) ¡Los maté! ¡Y
ahora qué hago!…ya me lo que decía San Pedro , ahora me voy a ir con todo y
ellos al mismísimo infier…pero no, tengo aún un minuto más…tengo que hacer algo
bueno, a ver si al menos no se me va tan hondo o me tocan menos años… lo tengo
¡el testamento! …a ver si esta vez sí se me dan los milagros (cierra de nuevo los ojos con fuerza y tras
unos segundos, la luz que lo cubría, se
apaga) bueno ya está hecho, esto de la ubicuidad tiene sus ventajas,
a ver que dice… (Aparece
de nuevo una luz, pero ésta vez es San Pedro)
SAN PEDRO: Ahora sí cuénteme, como le…
¡pero qué ha pasado aquí! ¡Que hizo usted Segundo!
DON SEGUNDO: Mire señor San Pedro, yo no
sé ni como explicarle, ni yo mismo me lo explico…son de esas cosas que pasan y
yo…
SAN PEDRO: Pero como me va a decir eso
Segundo ¿Y ahora yo que hago? ¿Cómo le explico a Dios, que por cumplirle la
última voluntad a un alma, terminé cortándole el hilo a otras cuatro? No, no,
no…mejor dicho Segundo, espéreme un segundo a ver que puedo hacer ( la luz se apaga un momento y Don Segundo se
queda esperando con cara de desahucio; tras unos momentos vuelve a encenderse)
al parecer, el asunto es menos grave de
lo que me imaginé…su esposa moría un mes después a causa de un disgusto que le
causaba su hijo y su yerno o su hija y su yerno…ay estos escribanos son un total
enredo…y sus hijos… ¡ah! fratricidio entre ambos, por una herencia o un
novio…definitivamente, que enredo…y el novio éste moría en un robo cuando iba a
retirar un dinero en compañía de su… Dios como permites esto…bueno, en
cualquier caso, Segundo, su culpa disminuye antes estas circunstancias, pero no
lo exime totalmente, por lo cual será remitido, de forma inmediata e
irrevocable al purgatorio, gracias también a lo de su buena obra de última hora
DON SEGUNDO: ¿Lo del testamento?
SAN PEDRO: Eso mismo…pero bueno, no más
dilaciones, dele una última mirada a este mundo terreno y prepárese para el
viaje, que no será muy cómodo, pero es mejor que lo que ya sabemos
DON SEGUNDO: (se acerca al féretro, mira al interior, sonríe y le da tres golpecitos)
Fue bueno mientras duró…señor San Pedro (dirigiéndose
a la luz) le encargo mucho a Inocencia y a mi Cándido
SAN PEDRO: No sé para que me lo pide,
si usted ya hizo la mayor parte de ese trabajo
DON SEGUNDO: Pues sí, pero en este mundo
de vivos, nunca se sabe lo que puede ocurrir
SAN PEDRO: Pierda cuidado; usted y yo
no somos los únicos que les tienen puesto un ojo encima a ellos dos
siempre…ahora apúrese, ya es hora (Don Segundo mira a su alrededor una última
vez, se encoge de hombros y mueve la mano en señal de despedida a los que
quedan tendidos en la sala. Las luces se apagan un momento y Don Segundo sale
de la escena)
(Suena varias veces
el timbre de la puerta, se enciende primero la luz de la cocina e Inocencia
sale de ella siempre llevando a Cándido en sus manos para ir a atender)
INOCENCIA: ¿Y esto? (tantea en la pared buscando el interruptor)
es que definitivamente no… ni siquiera fueron capaces de dejarle una velita a
Don Segundo para que no se quedara a oscuras y encima se fueron todos y lo
dejaron aquí solito, pobrecito (al fin lo
consigue y al verlos a todos tendidos se recuesta en la puerta impresionada, a
punto del desmayo) ¡Virgen Santísima! (nuevamente
suena el timbre e Inocencia mira hacia la puerta y luego hacia el suelo varias
veces sin decidirse. Finalmente, muy despacio, evitando pisar a los
¨desmayados¨, llega hasta la puerta) ¿Quién es?
ABOGADO: (desde el otro lado) Soy yo Inocencia, Justo, el abogado de don
Segundo ¿podría abrirme por favor? (Inocencia
abre la puerta muy despacio)
INOCENCIA: Menos mal es usted
dotor…sino quien sabe
ABOGADO: Por qué dice eso Inocencia
¿ocurre algo? (Inocencia le hace un gesto
con la cabeza al abogado para que se fije en la escena en el suelo detrás de
ellas)
ABOGADO: ¿Qué pasó aquí Inocencia?
INOCENCIA: Eso mismito me pregunto yo…
¿no será que se…?
ABOGADO: No diga eso Inocencia, eso
sí sería una tragedia… una familia ejemplar, unida, casi perfecta como la de
don Segundo, no podría terminar de este modo
INOCENCIA: Nunca se sabe dotor…las
cosas que una ve (el abogado pone
expresión de que reprueba lo que insinúa Inocencia y con mucho cuidado ausculta
uno por uno a los yacientes. Luego, extrañado y casi resignado, vuelve al lado
de Inocencia)
ABOGADO: Pues tenía usted razón;
efectivamente, todos han fallecido, aunque aun no me explico las circunstancias
(suspira apesadumbrado) bueno, creo
que mi deber, mi último deber para con ellos, es organizar el sepelio…es lo
menos que puedo hacer (se dispone a salir
nuevamente, cuando cae en la cuenta de él documento que ha tenido todo el
tiempo en su mano derecha) casi lo olvido…aunque ya ni viene al caso
INOCENCIA: ¿Y ese papelito? Ah era eso
lo que tenía tan alborotados a todos estos…a los patroncitos, que Dios los
tenga en su gloria (y en tono bajo) o
al menos los perdone
ABOGADO: (mira extrañado a Inocencia) Sí, debe ser el mismo; se trata del
testamento de don Segundo
INOCENCIA: Con razón tanta
alharaca…citico don Segundo ¿y a quién
le habrá dejado todas sus cositas? Y hartas que deben de ser, porque con lo que
ese santo varón se mataba trabajando… ¿usted sabe dotor?
ABOGADO: Sí Inocencia, yo mismo
redacté ese documento según lo dispuesto por don Segundo
INOCENCIA: Y no será que le pue…que le
podemos echar un ojito, un segundito no más, para saber si de pronto don
Segundito me tenía entre sus afectos
ABOGADO: (Sonríe ante la insinuación) Sí, supongo que ahora que no hay nadie
más que lo escuché o quiera oponerse… (Sostiene
el documento y empieza a leer con propiedad. Inocencia escucha atentamente)
Yo, Segundo Rico Plata, dispongo la distribución de mis bienes de la siguiente
manera (en ese momento el abogado se
detiene y mira hacia el papel extrañado, casi sin creer lo que dice éste)
no puede ser…ésta cláusula no estaba aquí
INOCENCIA: ¿qué?
ABOGADO: Inocencia, según lo
consignado en la última parte del testamento, la cual no recuerdo haber
redactado y que dice lo siguiente ¨en caso de que ningún miembro de mi familia
subsista al momento de mi muerte ¨,lo cual aplica en este caso pues a parte de
los presentes, don Segundo no contaba con ningún otro familiar, ¨sólo una
persona, podrá disponer de la totalidad de mis bienes, mi más fiel servidora,
quien por tanto, deberá seguir cuidando,
como hasta ahora, de mi fiel compañero,
Cándido¨
INOCENCIA: (Apretando a Cándido contra su
pecho, tanto que éste gime y ella los suelta un poco) Cándido…dotor,
entonces yo…
ABOGADO: Sí Inocencia, usted es la
legítima heredera de don Segundo…usted y Cándido, claro está (Inocencia abraza de nuevo a Cándido, luego
al abogado y finalmente se pone a bailar con Cándido. Al volver a recordar la
situación, se echa de pronto a llorar) ¿pero qué le pasa ahora Inocencia?
INOCENCIA: Ay dotor, es que yo aquí
celebrando y mi patroncito ahí, en la caja todavía
ABOGADO: No tiene porque apenarse, yo
comparto su dolor, pero también entiendo su alegría, Inocencia… ¿Por qué mejor
no me ayuda a ocuparme de el asunto más inmediato y luego yo me encargo del
suyo?
INOCENCIA: (enjugándose) Mande usted dotor
ABOGADO: Por lo pronto, necesito que
se vista para el funeral de don Segundo y llame a la funeraria, yo me encargaré
mientras tanto de tramitar cuanto refiere a sus demás familiares
INOCENCIA: Con permiso dotor
ABOGADO: Siga Inocencia
(En la sala de la casa, ahora en orden, hay
un par de maletas y una bolsa para mascotas; la puerta de la cocina se abre y
aparece Inocencia, con traje nuevo, completo y muy colorido, apropiado para un
viaje al mar y entre sus manos lleva a Cándido, al parecer recién salido de la
peluquería)
INOCENCIA: Ay mi Candidito guapetón
¡mire no más como nos cambió la vida de un día para otro!...o de una semana a
otra más bien (levanta en alto a Cándido
y da vueltas con él) pero bien
merecido nos teníamos este gustico…después de tanta vida de perros…jejeje…de
perros… porque eso era lo que nos hacía pasar doña Débora, que en paz descanse,
ah (suspira) el que si hace una falta
es don Segundito… él también habría tenido que venirse con nosotros a este
viaje a conocer el mar, tanto que decía que le gustaba, cuando se quedaba
mirando lelito el televisor… ¿ se acuerda mi Cándido lo que decía? ¨algún día,
Ino, algún día¨ y ya ve, se lo llevó Diosito antes de que se le cumpliera el
deseo, aunque… ¡a lo mejor desde allá se ve todo más clarito y más bonito, al
fin al cabo es el cielo!, quién sabe…hasta puede que don Segundo nos haya salido adelante y ya lo
conozca, o hasta allá arriba tengan un mar más bonito…quién sabe Candidito,
pero bueno, ya lo sabremos cuando nos llegue la hora y entonces le vamos a
chicanear a don Segundo nuestro paseo y también a agradecerle por ser tan bueno
con nosotros… ¿listo para irse mi Cándido? (Cándido
ladra alegremente en señal de asentimiento) pues entonces no se diga más (Inocencia le da un beso a Cándido y le
deposita en la bolsa para mascotas) ¡ váaaamonos! ( le echa una última mirada a la casa, toma las maletas y sale)
FIN
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