La
herida
Toda curva, empieza en
una esquina. Ondea a sal, a lubricante, a liebre perseguida por lebreles. En la
última cueva disponible, no cabe más que una cuerda.
Cada mujer es un
sacrificio de lava. Cada mujer emergió de las entrañas sangrantes con vestidura
y rostro de despeñada. El tráfico del pecho, el racimo sediento, es una
alegoría de animal desangrado.
Calendario de ferias o
la maduración a la fuerza. El sueño órfico, piedrecitas de oro acurrucadas en
muslos de línea recta. El oficio nocturno de la minería, de la relojería del
adelanto. La puerta que no escucha, el llanto que no escucha, la muerte que no
escucha. La historia reducida a un orificio.
Espía y aduana en el
baño diario. Recorrido de forma correcta, sin un lapso de espejos, evitar el atascamiento de los ángeles.
El día en que la savia
sube, pensamiento e instinto son cercenados. Hay que pulir las uñas, colorear
las mejillas, fruncir fuerte los labios y esperar sentadas. La corrección es el
éxito de las generaciones posteriores.
Una entrada sonriente
lleva al baile opresivo. Instalada en el centro, la bailarina gira y gira con
gracia de engranaje, hasta que su cabeza toca el suelo. Es la hora triunfante
de la sustituta.
Ebrios de belleza, la
estelar es lanzada desde el balcón; convertida en cristales fácilmente
portables. Hay tanta razón en el largo recorrido hacia el suicidio.
En cuanto llega la
sequía, el jarrón es volcado. Las flores adosadas en el álbum de bonitas familias, ruegan porque la primavera
sea, por fin, infructuosa. No hay que darle más ruedo a los quebrantos.
La herida es una larga
curva, infinita, acusatoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario